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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ROGER RUMRILL

 

nació en Iquitos el 26 de Julio de 1938. Su Infancia y adolescencia lo pasó en la Selva. En 1960 publicó su libro, "Poemas". En 1965, "Poesía de Selva" (Antología). En 1967, "Narradores de la Selva" (Antología); en 1972 sus "Magias y Canciones" (Poemas). Es conocido como gran promotor de la cultura amazónica. Durante un año y medio estudió cinematografía y periodismo en París. Ha viajado por distintos países de Sud América, Norte América y Europa. Su libro "Memorias desde un Otoño" (Inédito) fue destacado por el Instituto Nacional de Cultura.

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL   -   TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

GARGOLA 3.  Colección de PoesíaLima, 1972. Viñeta de la Portada: Yando de Pucallpa. Dibujo interior: "Ronda de Seres demoníacos y hombres".  (Vaso de la Cultura Mochica).

 

Una guia para llegar a axpikondiá

(...)

 

Axpikondiá es la transposición del mito secular. Es la metáfora de la aventura del hombre contemporáneo. Es también, en su inaccesibilidad, la cruel utopía de la felicidad. El hombre marcha tras ella como un ciego. Mien­tras avanza, sobreviene la noche de la hormiga. Entonces, el hombre se in­terroga, apela a los dioses, injuria, clama. Las hormigas quieren destruirlo todo, alcanzar los reductos de la paz, del amor, de la lucidez. Las hormigas están en Vietnam, en Cambodia, en todas partes donde el hombre muere cada día. Expresar esta aventura es ei oficio del poeta. ¿Cómo llegar a Axpikondiá?
¿Cómo asumir, a partir de la invención lingüisticas, el arribo del hombre a la Luna y a la vez su caída a los ghettos más siniestros de la realidad.

La realidad verbal debe asumir, pues, íntegra y caóticamente la totalidad, el rio fluyente de la realidad. Asumirlo, como la piel envuelta a los huesos. Que ambas realidades no puedan sobrevivir sin integrarse.

 

****

 

 

el retorno de axpikondia

 

Axpikondia regresa cada noche.
En sus espaldas trae la circulación de los ríos
y el otoño de los brujos.

 

Axpikondiá dirá, entonces, que no tiene la boca de los peces
ni la fuerza de las corrientes que detiene en sus ojos
y dirá que el amor no se cubre de la espuma del tiempo
como los árboles     reverdecidos con las recientes lluvias del verano. Valle dirá, Axpikondiá, breve salto entre tumultos que ennegrecen
mi más leve esperanza.

 

Y todo acaba me gritará Axpikondiá con su voz inaudible que
hace remolinos en mi antigua sangre de genealogías insalubres. Axpikondiá retorna cada vez que muere algo en mi pecho
cada vez que no siento la vida flotando sobre mi cabeza.
Axpikondiá, sólo tú sabes una cosa: las horas
torciéndose como una trenza
o un río estancado entre mis manos
o un rayo al que la eternidad mira pasar.

 

 

 

la noche que la iguana desencadenó una
tempestad sobre washington

 

Gritábamos erguidos como piedras monumentales
tirando a la noche nuestra rabia bastarda
nuestro color de café

y el temblor de mi mano acariciando un pelo rubio

sobre la noche larga y filuda de las autopistas

a la hora en que el F3I busca a Boby Seales en las cloacas

de Nueva York donde otra vez, hace años, el viejo Lincoln

había guardado su Biblia, su pureza y los ideales de este

país.

Gloria en las alturas y en la Tierra Paz,
Amén.

 

 

 

las lluvias del otoño

 

Las lluvias del otoño barrían las calles de la ciudad

escleróticos árboles clamaban bajo  los vientos

mientras eróticos tordos ascendían a los cielos

bajo la mirada impávida del espíritu santo colgado del humo

en las altas chimeneas de Nueva York.

Cayendo sobre la ciudad, deslizándote en el fondo del océano
de los canales
recogías las piedras que atesorabas cuidadosamente
entre tanto las gentes venían besando, peldaño tras peldaño,
a adorar el gran mono ornamentado de las delicias de la Tierra.
El ascendía por elásticos brazos tendidos
hasta alcanzar el cielo

bajo la tierra los gusanos construían galerías para vaciar el mar
la tierra se parecía al ojo que no cierra, el ojo enrojecido
o parecía como una pústula que nadie jamás acaba de beber.

 

Washington, julio de 1970

 

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio
Miranda

 

 

o regresso de axpikondia

 

Axpikondia regressa a cada noite.
Em
suas costas traz a circulação dos rios
e o outono dos brux
os.

 

Axpikondiá dirá, então, que não tem a boca dos peixes
nem a força das correntes que detém  em
seus olhos
e dirá que o
amor não se cobre com a espuma do tempo
como as árvor
es     reverdecidas com as recentes chuvas de verão.
O Val
e dirá, Axpikondiá, breve salto entre tumultos que escurecem
minha mais leve esperança.

 

E tudo acabam, me gritará Axpikondiá, com sua voz inaudível que
provoca remoinhos em meu antigo sangue de genealogi
as insalubres. Axpikondiá retorna cada vez que morre algo em meu peito
cada vez que não sinto a vida flutuando pela mina cabeça.
Axpikondiá, apenas tu sabes um
a coisa: as horas
retorce
ndo-se como uma trrança
ou um rio detido entre as minhas mãos
ou um raio que a eternidade observa quando passa.

 

 

 

a noche que la iguana desencadenó una
tempestad sobre washington

 

Gritávamos erguidos como pedras monumentais
lançando à noite nossa raiva bastarda
nossa cor
de café

o tremor de minha mão acariciando um pelo louro

pela noite longa e afiada das autopistas

na hora em que o FBI busca a Boby Seales nos esgotos

de Nova Iorque onde uma vez mais, há anos, o velho Lincoln

havia guardado sua Biblia, sua pureza e os ideales deste

país.

Gloria nas alturas e na Terra Paz,
Amém
.

 

 

 

as chuvas do outono

 

As chuvas do outono varriam as ruas da cidade

escleróticas árvores clamavam sob os ventos

enquanto eróticos sabiás subiam aos céus

            sob o olhar impávido do espírito santo preso na fumaça

das altas chaminés de Nova Iorque.

Caindo sobre a cidade, deslizando-te no fundo do oceano
dos canai
s
recolhias as pedras que acumulav
as cuidadosamente
entretanto as pessoas vinham beij
ando, degrau a degrau,
a adorar o gran primata
ornamentado com as delícias da Terra.
Ele subia por elásticos braço
s estendidos
até alcançar o céu

Debaixo da terra os vermes construíam galerias para esvaziar o mar
a tierra se assemelhava ao olho que não fecha, o olho enrubescido
parecia com uma pústula que ninguém jamais termina de beber.

 

Washington, julio de 1970

 

 

 

 

Página publicada em agosto de 2019

 

 


 

 

 
 
 
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