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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

JOSÉ CARLOS IRIGOYEN

(Lima, 1976)

 

 

Dice Juan Carlos Irigoyen sobre su obra:  "Horoskop es un libro sobre el fracaso. En estos poemas intento hablar de personas, muchas veces escondidas bajo otros nombres, a las que conocí durante la década del 90, una época en la que, para mí, reinó la indiferencia".

 

Sobre la influencia de lo marginal en su obra dice: "A mí siempre me ha gustado lo marginal y creo que existe una cultura marginal que, dentro de sus pocas pretensiones, ha conseguido edificar íconos y símbolos que actualmente todos podemos reconocer. Muchas películas de serie B tienen eso, por esta razón creo que las imágenes inspiradas en ellas pueden usarse en la poesía sin ningún problema".

 

Sobre Irigoyen dice Faverón: "Su poesía, que suele ser trepidante y que es tan autoexploratoria como épica, tiene por momentos (sobre todo desde Lesley Gore en el infierno) ese tono de monólogo dramático que albergaban las obras del primer Hinostroza y cierta poesía de Verástegui, pero también recoge el guante de otros compatriotas, como Jorge Pimentel y (el cada vez menos leído, por desgracia) Juan Ojeda." (Extraído de http://notasmoleskine.blogspot.com

 

JOSÉ CARLOS IRIGOYEN

José Carlos Irigoyen, representante oficial peruano en la I Bienal Internacional de Poesía de Brasilia, en la sesión magna del evento.

 

 

TEXTO EN ESPAÑOL   /   TEXTO EM PORTUGUÊS

 

 

BANQUETE DE BODAS

 

La noche es el lomo de un puerco.

Trompetas llenas de muchachas anuncian 

la llegada de los desposados:

la novia es una joven perlada

como los lentos besos de madera,

el esposo refleja en sus cabellos,

parásitos y lunares,

un gordo escarabajo.

 

Canta el ruiseñor sobre la cúpula

evitada por la niebla:

sea el giro alimenticio

conveniente a lo permitido. No son

las claras almas sino

esta materia oscura y espumosa,

no las buenas familias

o el sueño de los que varan

su delirio seco

entre la floresta de los candelabros. 

 

Sólo el espejo procreándose

en la nada, las alturas sin brillo.

Y los desposados enredándose

en la oscuridad como mandrágoras

en medio de esta estancia rodando

por la grasa que avanza

mezclándose con mis cenizas.

 

 

MAURICIO

 

La sombrilla invertida tras los hombros

se mostraba fiera e inconfundible:

entregada a nuestros hijos 

era vasto y cerrado símbolo de Cáncer.

De noche dentro del reservado cada uno

era incansable junto al otro,

y fue sobre nosotros el placer cotidiano:

el seco aliento de los pastores de David.

 

Una robusta muchacha es rodeada

por los alegres y nocturnos comensales

de una húmeda taberna.

"Ese es mi sueño recurrente"

dices algo desconcertado mientras

tu mano se abre entre mis blancas nalgas,

perfectas igual a la flor de papel

que de niño arrastraba contra el sol

cuesta arriba por un campo de piedras. 

 

No hay que preocuparse entonces, querido:

éstos ya no son tiempos de prédica.

Una música lenta y sugestiva me encierra

una vez más en tu cuerpo limpio,

y aunque sabes del dolor que siempre llega

ya no vale la pena ahorrarnos el asombro.

 

 

EL LIBRO DE LAS SEÑALES

 

1

 

Mi padre es la blanca

         señal

que fragmenté esta noche de agosto

sobre la-espalda de Santiago.

La blanca señal que brilla

         sobre la espalda de Santiago

         como la lengua del alba

         sobre las modestas

         criaturas.

Es una noche de mucho viento,

         las ventanas

del restaurante tiemblan tanto

que es imposible escucharse, distinguir un sí

         de un no

         y esto resulta un problema cuando

         lo que quieres proponer

         es un asunto oscuro y espinoso:

 

"Es un problema porque aún tiemblas

                  con el violento martilleo nocturno

que hace el herrero judío del primer piso,

         y no te has acostumbrado

                  al roce de las plumas sucias

que llevo bajo mi espalda.

         Es un problema porque en mi cama

                  ruedas insomne

igual que el pastor que en la madrugada

                           vigila de pie

                  una piara de cerdos

         al borde

                  del precipicio.

Y yo sólo he preferido esta noche

                  no hacer caso a mis malas intenciones

que tarde o temprano vienen

                  sin poder nunca definir

                           si mañana

                  será un buen día o no.

         Me comporto tal como lo hacían los Atridas:

confundiendo los antojos de la naturaleza

         con los de mis propios oficios.

Así he llegado hasta aquí

perdiéndolo todo mientras removía

el aire quieto de la calle"

Tú me miraste confundido:

Por primera vez

lo que te quería proponer

no era en absoluto

muestra de inocencia.

                           Es cierto que antes de que yo llegara

desconfiabas de los hombres inocentes, porque clavaban

                           las puertas y las ventanas con tablas

y levantaban barricadas en las calles con los muebles

                  que a mi padre y al tuyo

les había costado tanto conseguir.

                                    ¿Y todo para qué?

La consigna era no dejar pasar a la Historia

         que anunciaba su llegada

                           tocando un tambor

         a la hora convenida.

Y tú detestas cuando por la ciudad

comienza a sonar su redoble

porque ellos entran al restaurante asustados

y se quedan a planear nuevas estrategias

y tú te pasas toda la noche

         (nuestra noche)

         sirviéndoles café.

Es hora de que lo entiendas:

         todo animal se vuelve voraz

         cuando es acorralado

         por las formas de la muerte.

         Tú mismo recuerdas cuando vagabas por las grandes capitales esas ganas de venderte a cualquier precio antes de que el dueño de tu cuarto te

tumbara la puerta entre gritos y amenazas -"los europeos son muy fríos" me decías. Y sin embargo recuerdas el ardor de tu cara cuando entraste a ese albergue de Amsterdam donde dormían chicos muy blancos hundidos en el fondo de sus literas

                  y esa noche te volviste voraz

         como el ángel que sale a pasear por la ciudad

                  y se olvida de atender a sus enfermos.

 

(y a pesar de esto, no has perdido

tu sentido del deber con las otras criaturas:

ahora dices que detestas a los poetas

porque según tú viven

de la desnudez de los animales.

En sus textos siempre hay personajes

cubiertos de pieles o de plumas

que encarnan el heroísmo y el progreso

o al menos

una celebrada elegancia.

Lo que no sabes es que en cada poema

aunque no sea mencionado

también existe un macho cabrío

que todas las mañanas canta

cubierto de carne humana

para despertar a todos los habitantes

de la ciudad)

         De esto se ha encargado la Historia con su paso

por las calles y por el aire: de hacernos igual

         de culpables a todos.

Así en unos años los estudiosos no tendrán otro afán

que viajar a tierras extrañas para hallar fortuna

y descifrando sus escritos inconclusos podrán identificar

         los cuerpos desnudos

         que encuentren dispersos

         por el curvo remanso

         del espejo.

Y de nosotros dos nadie dirá nada

porque esos negros años

los pasamos dentro de este restaurante amarillo

cuidándonos siempre de no ser vistos

armando pacientemente una historia

que nadie nunca quisiera filmar.

Nunca buscamos una verdadera valentía

porque el destino de los héroes

siempre entra en la palma de una mano;

ni sacamos un centavo de las cuatro estaciones

como otros en nuestro tiempo

falso como el collar colgado

en el cuello de la camarera.

Pero sé que eso poco te interesa.

 

¿no es acaso la Historia

         una imagen imprudente

                  de un poeta que sabía demasiado?

El problema surge cuando la distancia

que nos separa de la sabiduría

es propiedad del placer: en ese caso

mejor ni intentes el regreso.

Mejor guiémonos a ciegas

por el comedor y la cocina

sin preocuparnos por pisar a los discretos

y pequeños animales que viajan

por la oscuridad

hasta hacerla una leyenda

para por fin hacernos de la belleza

                  de todo aquello

que nos es incomprensible.

 

Ya sé que esto parece la canción de un embustero:

señales y formas. Pero todo cuerpo que abandonas

durante una larga estación

                  requiere de una teoría

si quieres volver a recobrarlo.

 

 

TEXTO EM PORTUGUÊS

Tradução de Antonio Miranda

 

 

BANQUETE DE CASAMENTO

 

A noite é o lombo de um porco.

Trombetas cheias de garotas anunciam

a chegada dos recém-casados:

a noiva é uma jovem perolada

como todos os lentos beijos de madeira,

o esposo reflete em seus cabelos,

parasitas e manchas,

um gordo escaravelho.

 

Canta o rouxinol sobre a cúpula

evitada pela névoa:

seja o giro alimentício

conveniente ao prometido. Não são

as almas claras senão

esta matéria escura e espumosa,

nem as boas famílias

ou o sonho dos que varam

seu delírio seco

na floresta dos candelabros.

 

         Apenas o espelho procriando

         no nada, as alturas sem brilho.

         E os recém-casados enredando-se

         na escuridão como mandrágoras

         em meio desta estância rodando

         pela sujeira que avança

         mesclando-se com minhas cinzas.

 

 

MAURICIO

 

A sombrinha invertida sobre os ombros

se mostrava fera e inconfundível:

entregue a nossos filhos

era vasto e fechado símbolo de Câncer.

De noite dentro do reservado cada um

era inalcançável junto ao outro,

e foi sobre nós o prazer cotidiano:

o seco alento dos pastores de Davi.

 

Uma jovem robusta é rodeada

por alegres e noturnos comensais

de uma úmida taverna.

“Este é meu sonho recorrente”

dizes algo desconcertante enquanto

tua mão se abre entre minhas brancas nádegas,

perfeitas com uma flor de papel

que desde criança arrastava contra o sol

ladeira abaixo por um campo de pedras.

 

Não tem porque preocupar-se então, querido:

estes não são mais tempos de prédica.

Uma lenta e sugestiva música me envolve

uma vez mais em teu corpo limpo,

e embora saibas da dor que sempre chega

já não vale a pena economizarmos o assombro.

 

 

O LIVRO DOS SINAIS

 

1

 

Meu pai é banco

         sinal

que fragmentei esta noite de agosto

nas costas de Santiago.

O branco sinal que brilha

         nas costas de Santiago

         como a língua da aurora

         sobre as modestas

         criaturas.

É uma noite de muito vento,

         as janelas

do restaurante tremem tanto

que é impossível escutar, distinguir um sim

         de um não

         e isto resulta um problema quando

         o que queres propor

         é um assunto escuro e espinhoso:

 

“É um problema porque ainda tremes     

                   com o violento martelar noturno

que faz o ferreiro judeu do primeiro andar,

         e ainda não te acostumaste

                   com o roce das plumas sujas

que levo sob as costas.

         É um problema poruqe em minha cama

                   rodas insone

tal como o pastor que de madrugada

                            vigia de pé

                   uma piara de porcos

         à beira

                   do precipício.

E eu somente preferi esta noite

                   não fazer caso de minhas más intenções

que tarde ou cedo vêm

                   sem poder nunca definir

                            se amanhã

                   será um bom dia ou não.

         Me comporto tal como faziam os Atridas:

confundindo os caprichos da natureza

         com os de meus próprios ofícios.

Assim é que cheguei até aqui

perdendo tudo enquanto removia

o ar parado da rua”

Tu me miraste confundido:

Por vez primeira

o que te queria propor

não era em absoluto

demonstração de inocência.

                            É certo que antes de minha chegada

desconfiavas dos homens inocentes, porque cravavam

                            as portas e as janelas com tábuas

e levantavam barricadas nas ruas com os móveis

                   que ao meu pai e ao teu

havia custado tanto conseguir.

                                      E isso tudo para que?

          

A ordem era não deixar passa à História

         que anunciava sua chegada

                            tocando um tambor

         à hora combinada.

E tu detestas quando pela cidade

começa a rufar

porque eles entram ao restaurante assustados

e ficam a planejar novas estratégias

e tu passas toda a noite

         (nossa noite)

         servindo-lhes café.

É hora do que entendes:

         todo anima se torna voraz

         quando é encurralado

         pelas formas da morte.

         Tu mesmo recordas quando vagavas pelas grandes capitais essas ganas

de vender-te por qualquer preço ante de que o dono de teu quarto te

tombasse a porta entre gritos e ameaças – “os europeus são bem frios” me

dizias. E no entanto lembras de que o ardor de tua face quando entraste neste albergue de Amsterdã dormiam jovens muito brancos afundados em seus beliches

                   e nessa noite tornaste voraz

         como o anjo que sai de passeio pela cidade

                   e se esquece de atender seus doentes.

 

(e apesar de tudo, não perdeste

o sentido o dever com as outras criaturas:

agora dizes que detestas os poetas

porque pensas vivem

da nudez dos animais.

Em seus textos sempre há personagens

vestidos de peles ou de plumas

que encarnam o heroísmo e o progresso

ou ao menos

uma celebrada elegância.

O que não sabes é que em cada poema

mesmo não sendo mencionado

também existe um machão

que todas as manhãs canta

coberto de carne humana

para despertar todos os habitantes

da cidade)

         Disso se encarregou a História com seu passo

pelas ruas e pelo ar: por tornar-nos

         todos culpados.

Assim em poucos anos os estudiosos não terão mais afã

que viajar por terras estranhas para buscar fortuna

e decifrando seus escritos inconclusos poderão identificar

         os corpos despidos

         que encontrem dispersos

         pelo curvo remanso

         do espelho.

E de nós dois ninguém dirá nada

porque esses anos difíceis

passamos dentro deste restaurante amarelo

cuidando sempre para que não sermos vistos

montando pacientemente uma história

que ninguém jamais quisera filmar.

Nunca perseguimos uma verdadeira valentia

porque o destino dos heróis

sempre cabe na palma da mão;

nem tiramos um centavo das quatro estações

como outros em nosso tempo

falso como o colar dependurado

no pescoço da camareira.

Mas sei que isso pouco te importa.

 

não é acaso a História

         uma imagem imprudente

                   de um poeta que sabia demais?

O problema surge quando a distância

que nos separa da sabedoria

é propriedade do prazer: nesse caso

melhor nem tentar o regresso.

Melhor guiemo-nos às cegas

pelo refeitório e a cozinha

sem preocupar-nos por pisar os discretos

e pequenos animais que viajam

pela escuridão

até torná-la uma lenda

para afinal fazer-nos da beleza

                   de tudo aquilo

que nos é incompreensível.

 

Já seu que isto parece a canção de um trapaceiro:

sinais e formas. Mas todo corpo que abandonas

durante uma longa estação

                   requer uma teoria

se pretendes recuperá-lo.

 

 

Página publicada em fevereiro de 2008

 


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