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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
Fuente: poemad.com


ANTONIO DELTORO


es un poeta y ensayista mexicano nacido en la ciudad de México en 1947. Sobre su obra Luigi Amara escribe que "es una forma de resistencia. Cada vez más sus poemas se alejan de la época que nos ha tocado vivir, de esta época que propende al ruido, que celebra la rapidez y tiene en la ocupación del tiempo a uno de sus mayores ídolos." Christian Peña apunta que: "Cada uno de los poemas de Deltoro debe leerse y releerse para encontrar su esencia, debe repetirse como un mantra, pues la fermentación de sus versos toma tiempo y está pensada para el lector paciente."
Deltoro estudió Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); ha sido profesor universitario (UNAM, Universidad Autónoma Metropolitana) y coordinador de talleres de poesía en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y la Casa del Poeta Ramón López Velarde. Ha sido becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y de la comisión consultiva del Fonca.[3] Desde 2004 es tutor de poesía de la Fundación para las Letras Mexicanas.  Fuente: wikipedia

 

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL – TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

       VECINOS  

En el piso de abajo el sufrimiento se extiende
          como el polvo,
resbala por los mosaicos, araña las paredes,
se escuchan gritos, lloros, los vecinos pelean.
Descanso en los puntos suspensivos del polvo que
          danza con la luz y oigo un concierto;
me distraigo del dolor que me rodea
en el regazo de la luz que se trenza con el polvo:
en el piso de abajo, entre el sufrimiento ¿el polvo
          juega con la luz?
Departamentos: el suelo de uno es el reverso del
          techo de otro,
las patas robustas de un sillón dejan caer su
           bovino sopor
en el envés de donde cuelga una lámpara.
Contigüidades, promiscuidades, distancias...
mientras yo escucho a Mozart los vecinos pelean:
imagino a Mozart y a su vecino; mientras uno
           compone

el otro se desgarra o vegeta ignorando
que a sus pies nace un manantial de vigilia:
¿es el pesado sillón que desconoce la agilidad de
           la lámpara?
¿Quién sabe del vecino de Mozart?

¿Qué sabe el vecino de Mozart?
¿Qué sabe Mozart de su vecino?
(A la intemperie somos lo que el prójimo quiere,
a salvo de sus miradas, creaciones de las paredes).
Departamentos: el tiempo que los acoge se llama mientras

y en este mientras cuántos tiempos diversos conviven.
Yo trato de escapar del tiempo de mis vecinos
          concentrándome
en la maravilla menuda del polvo y en la danza de notas.

   Departamentos: como las aceras de una calle,
   paralelas y opuestas, uno en la luz, otro en la sombra.

   Una noche sufrí interminablemente
             mientras en el piso de abajo todo dormía.
 

 

LOS TÍMIDOS  

                      a Javier 

A veces prefiero la llama de la hornilla en la
   estufa a un resplandor de fuego.
Los tímidos se ocultan en la niebla
pero quieren el sol solitario de una banca tranquila.

¿Dónde, en qué lugar, está su timidez más reposada?
¿En los jardines invernales o en los parques de abril?
¿Cuál es el mes de los tímidos? ¿Cuál es su hora?
Me atraen las costumbres de los tímidos,
   su pisar cuidadoso, su introducirse con el cuello crispado,

su descanso a la sombra de las miradas del
   prójimo, su pulcritud, su nerviosismo.

El tiempo de los hombres no vence el rubor de los tímidos.
Tropiezan por delicadeza, porque sienten todo
   vivo, por exceso de escrúpulos.
Porque están enamorados del rigor son inseguros;

son los exploradores de perfil de los centímetros.
Ante las puertas pierden su escaso aplomo,
ellos son la conciencia de los umbrales y las fronteras.

Boquean su silencio como los peces en la superficie
   de un estanque el oxigeno

y su lengua es un anzuelo de incandescencia y pudor.
Permanecen en la infancia y en la adolescencia;
a su delicadeza no la mella la edad;
de ancianos pueden sonrojarse ante su propia muerte;

lo mismo que lo hacen, a pesar de sus canas,
ante la presencia de un extraño o de una mirada femenina.

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução: ANTONIOMIRANDA

 

        

         VIZINHOS

 

        No andar de baixo o sofrimento se amplia como o pó,
         resvala pelo mosaico, arranha as paredes,
         escutam-se gritos, choros, os vizinhos brigam.
         Descanso nas reticências do pó que dança com a luz
                   e ouço um concerto;
         distraio-me da dor que me rodeia
         no regaço da luz que transa com o pó:
         no andar de baixo, entre o sofrimento, o pó joga com a luz?
         Apartamentos: o chão de um deles é o reverso do teto do outro,
         os pés robustos de um sofá deixam cair seu bovino sopor
         no revés de onde se pendura uma lâmpada.
         Contiguidades, promiscuidades, distâncias...
         enquanto eu escuto Mozart os vizinhos discutem:
         imagino Mozart e um seu vizinho,
                   enquanto um compõe
         o outro se desgarra ou vegeta ignorando
         que a seus pés nasce um manancial de vigília:
         é o sofá pesado que desconhece a agilidade da lâmpada?
         Quem sabe do vizinho  Mozart?
         Que sabe o vizinho sobre Mozart?
         (Na intempérie somos o que o próximo quer,
         a salvo dos olhares, criações das paredes).
         Apartamentos: o tempo que os acolhe se chama entretanto,
         e neste entretanto quantos tempos diversos convivem.
         Eu tento escapar do tempo de meus vizinhos concentrando-me
         na maravilha diminuta do pó e na dança das notas musicais.
         Apartamentos: como as calçadas de uma rua,
         paralelas e opostas, um na luz, outro na sombra.
         Uma noite sofri interminavelmente
         enquanto no andar de baixo tudo dormia.

 

 

 

         OS TÍMIDOS

 

                            A Javier

 

         Às vezes prefiro a chama da fornilho na estufa a um
                                                         resplendor de fogo.
         Os tímidos ocultam-se na névoa
         mas querem o sol solitário de uma banca tranquila.
         Onde, em que lugar, está sua timidez mais repousada?
         Nos jardins invernais ou nos parques de abril?
         Qual é o mês dos tímidos? Qual é a hora?
         Atraem-se os costumes dos tímidos,
         seu pisar cuidadoso, seu introduzir-se com o pescoço crispado,
         seu descanso na sombra dos olhares do próximo, sua pulcritude,
                                                                            seu nervosismo.
         O tempo dos homens não vence o rubor dos tímidos.
         Tropeçam por delicadeza, porque sentem tudo vivo, por
                                                          excesso de escrúpulos.
         Porque estão apaixonados pelo rigor são inseguros;
         são exploradores de perfil dos centímetros.
         Diante das portas perdem seu escasso aprumo,
         eles são a consciência dos umbrais e as fronteiras.
         Balbuciam seu silêncio como os peixes na superfície de um
                                                         tanque de oxigênio
         e sua delicadeza não afeta a idade;
         anciãos podem enrubescer-se ante sua própria morte;
         o mesmo que fazem, apesar dos cabelos brancos,
         ante a presença de um estranho ou de um olhar feminino.

 

 

 

Página publicada em outubro de 2016


 

 

 
 
 
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