Amigo, 
                        despierta, que los montes  todavía no respiran
                        Y las hierbas de mi corazón  están en otro sitio.
                        No importa que estés lleno de  agua de mar.
                        Yo amé mucho tiempo a un niño 
                        que tenía cien años dentro de  un cuchillo.
                         
                        Despierta. Calla. Escucha.  Incorpórate un poco.
                        El aullido
                        es una larga lengua morada que  deja
                        hormigas de espanto y licor de  lirios.
                        Ya viene hacia la roca. ¡No  alargues tus raíces!
                        Se acerca. Gime. No  solloces en sueños, amigo.
                         
                        !Amigo!
                        Levántate para que oigas aullar
                        al perro asirio.
                         
                                           De Poeta en Nueva York, 1940.
                         
                         
                        DE OTRO MODO
                         
                        La hoguera pone al campo de la  tarde
                        unas astas de ciervo  enfurecido.
                        Todo el valle se tiende. Por  sus lomos,
                        caracolea el vientecillo.
                         
                        El aire cristaliza bajo el  humo.
                        - ojo de  gato triste y amarillo-.
                        Yo, en mis ojos, paso por las  ramas.
                        Las ramas se pasean por el río.
                         
                        Llegan mis cosas esenciales.
                        Son estribillos de  estribillos.
                        Entre los juncos y la baja  tarde,
                        ¡qué raro que me llame  Federico!
                         
                                           De Canciones,  1927.
                         
                         
                        ALMA AUSENTE
                         
                        No te conoce el toro ni la  higuera,
                        ni caballos ni hormigas de tu  casa.
                        No te conoce el niño ni la  tarde
                        porque te has muerto para  siempre.
                         
                        No te conoce el lomo de la  piedra,
                        ni el raso negro donde te  destrozas.
                        No te conoce tu recuerdo mudo
                        porque te has muerto para  siempre.
                         
                        El otoño vendrá con caracolas,
                        uva de niebla y montes  agrupados,
                        pero nadie querrá mirar tus  ojos
                        porque te has muerto para  siempre.
                         
                        Porque te has muerto para  siempre,
                        como todos los muertos de la Tierra,
                        como todos los muertos que se  olvidan
                        en un montón de perros  apagados.
                         
                        No te conoce nadie. No.  Pero yo te canto.
                        Yo canto para luego tu perfil  y tu gracia.
                        La madurez insigne de tu  conocimiento.
                        Tu apetencia de muerte y el  gusto de su boca.
                        La tristeza que tuvo tu  valiente alegría.
                         
                        Tardará mucho tiempo en nacer,  si es que nace,
                        un andaluz tan claro, tan rico  de ventura.
                        Yo canto su elegancia con  palabras que gimen
                        y recuerdo una brisa triste  por los olivos.
                         
                                                                              1935
                         
                        ROMANCE  SONÁMBULO 
                        A Gloria Giner 
y a Fernando de los Ríos
                        Verde  que te quiero verde. 
                          Verde viento. Verdes ramas. 
                          El barco sobre la mar 
                          y el caballo en la montaña. 
                          Con la sombra en la cintura 
                          ella sueña en su baranda, 
                          verde carne, pelo verde, 
                          con ojos de fría plata. 
                          Verde que te quiero verde. 
                          Bajo la luna gitana, 
                          las cosas le están mirando 
                          y ella no puede mirarlas. 
                                       * 
                        Verde  que te quiero verde. 
                          Grandes estrellas de escarcha, 
                          vienen con el pez de sombra 
                          que abre el camino del alba. 
                          La higuera frota su viento 
                          con la lija de sus ramas, 
                          y el monte, gato garduño, 
                          eriza sus pitas agrias. 
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...? 
                          Ella sigue en su baranda, 
                          verde carne, pelo verde, 
                          soñando en la mar amarga. 
                        
                                       * 
                        Compadre,  quiero cambiar 
                          mi caballo por su casa, 
                          mi montura por su espejo, 
                          mi cuchillo por su manta. 
                          Compadre, vengo sangrando, 
                          desde los montes de Cabra. 
                          Si yo pudiera, mocito, 
                          ese trato se cerraba. 
                          Pero yo ya no soy yo, 
                          ni mi casa es ya mi casa. 
                          Compadre, quiero morir 
                          decentemente en mi cama. 
                          De acero, si puede ser, 
                          con las sábanas de holanda. 
  ¿No ves la herida que tengo 
                          desde el pecho a la garganta? 
                          Trescientas rosas morenas 
                          lleva tu pechera blanca. 
                          Tu sangre rezuma y huele 
                          alrededor de tu faja. 
                          Pero yo ya no soy yo, 
                          ni mi casa es ya mi casa. 
                          Dejadme subir al menos 
                          hasta las altas barandas, 
                          dejadme subir, dejadme, 
                          hasta las verdes barandas. 
                          Barandales de la luna 
                          por donde retumba el agua. 
                                       * 
                        Ya  suben los dos compadres 
                          hacia las altas barandas. 
                          Dejando un rastro de sangre. 
                          Dejando un rastro de lágrimas. 
                          Temblaban en los tejados 
                          farolillos de hojalata. 
                          Mil panderos de cristal, 
                          herían la madrugada. 
                                       * 
                        Verde  que te quiero verde, 
                          verde viento, verdes ramas. 
                          Los dos compadres subieron. 
                          El largo viento, dejaba 
                          en la boca un raro gusto 
                          de hiel, de menta y de albahaca. 
  ¡Compadre! ¿Dónde está, dime? 
  ¿Dónde está mi niña amarga? 
  ¡Cuántas veces te esperó! 
  ¡Cuántas veces te esperara, 
                          cara fresca, negro pelo, 
                          en esta verde baranda! 
                                       * 
                        Sobre  el rostro del aljibe 
                          se mecía la gitana. 
                          Verde carne, pelo verde, 
                          con ojos de fría plata. 
                          Un carámbano de luna 
                          la sostiene sobre el agua. 
                          La noche su puso íntima 
                          como una pequeña plaza. 
                          Guardias civiles borrachos, 
                          en la puerta golpeaban. 
                          Verde que te quiero verde. 
                          Verde viento. Verdes ramas. 
                          El barco sobre la mar. 
                          Y el caballo en la montaña. 
                       
                      
                        Amigo, 
                        desperta, que os montes ainda não  espiram
                        e as ervas de meu coração estão em  outro lugar.
                        Não importa que estejas repleto de  água do mar.
                        Eu amei muito tempo um menino
                        que tinha cem anos dentro de um  punhal. 
                         
                        Desperta. Cala. Escuta.  Incorpora-te um pouco.
                        O uivo 
                        é uma longa língua arroxeada de  deixa
                        formigas de espanto e licor de  lírios.
                        Já vem até a rocha. Não alongues  tuas raízes!
                        Aproxima-te. Geme. Não  soluces em sonhos, amigo.
                         
                        Amigo!
                        Levanta para que ouças uivar
                        o cão assírio.
                         
                                           De Poeta  en Nueva York, 1940.
                         
                         
                        DE OTRA MANEIRA
                         
                                 Tradução  de Antonio Miranda
                         
                         
                        A fogueira expõe no campo da tarde
                        umas lanças de cervo enfurecido.
                        Todo o vale se estende. Por seus  lombos,
                        caracoleia o vento suave.
                         
                        O ar cristaliza sob a névoa.
                        - olho de gato triste e amarelo-.
                        Eu, em meus olhos, passo pelos  ramos.
                        Os amos passeiam pelo rio.
                         
                        Chegam minhas coisas essenciais.
                        São estribilhos de estribilhos.
                        Entre os juncos e a baixa tarde,
                        que estranho que me chame  Federico!
                         
                         
                                           De Canciones,  1927.
                         
                         
                        ALMA AUSENTE
                         
                                 Tradução  de Antonio Miranda
                         
                         
                        Não te conhece o touro nem a figueira,
                        nem cavalos nem formigas de tua  casa.
                        Não te conhece o menino nem a  tarde
                        porque já morreste para sempre.
                         
                        Não te conhece o lombo da pedra,
                        Nem o raso negro onde te destroças.
                        Não te conhece a lembrança muda
                        Porque já morreste para sempre.
                         
                        O outono virá com suas conchas,
                        uva de névoa e montes agrupados,
                        mas ninguém virá olhar teus olhos
                        porque já morreste para sempre.
                         
                        Porque já morreste para sempre,
                        como todos os mortos da Terra,
                        como todos os mortos esquecidos
                        em um monte de cães apagados.
                         
                        Ninguém te reconhece. Não. Mas  eu te louvo.
                        Eu canto desde já teu perfil e tua  graça.
                        A madurez insigne de teu  conhecimento.
                        Tua apetência de morte e o gosto  de sua boca.
                        A tristeza que teve tua valente  alegria.
                         
                        Tardará muito tempo em nascer, se  é que nasce,
                        um andaluz tão claro, tão pleno de  ventura.
                        Eu canto sua elegância com  palavras que gemem
                        e relembro uma brisa triste pelas  oliveiras.
                         
                         
                                                                                1935
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                        ROMANCE  SONÂMBULO
                        Tradução  de Salomão Sousa
                         
                        Verde  que te quero verde.
                        Verde  vento. Verdes ramos.
                        O barco  sobre o mar
                        e o  cavalo na montanha.
                        Com a  sombra na cintura,
                        ela  sonha na varanda
                        verde  carne, cabelo verde,
                        com  olhos de fria prata.
                        Verde  que te quero verde.
                        Debaixo  da lua cigana,
                        as  coisas a estão olhando
                        e ela  não pode olhá-las.
                         
                        ***
                         
                        Verde  que te quero verde.
                        Grandes  estrelas de escarcha
                        vêm com  o peixe de sombra
                        que  abre o caminho da alba.
                        A  figueira arranha o vento
                        com a  lixa de seus ramos
                        e o  monte, gato matreiro,
                        eriça  suas fibras acres.
                        Mas  quem virá? e por onde?¼ 
                        Ela  continua na varanda,
                        verde  carne, cabelo verde, 
                        sonhando  no mar amargo.
                         
                        ***
                         
                        Compadre,  quero trocar
                        meu  cavalo por sua casa,
                        meu  arreio pelo espelho, 
                        minha  faca por sua manta. 
                        Compadre,  venho sangrando
                        desde  os portos de Cabra.
                        Se eu  pudesse, seu moço,
                        este  trato se fechava.
                        Mas eu  já não sou eu
                        nem já  é minha a minha casa.
                        Compadre,  quero morrer
                        decentemente  em minha cama.
                        De arma  branca, pode ser,
                        com os  lençóis de holanda.
                        Não vês  a ferida que tenho
                        do  peito até a garganta?
                        Trezentas  rosas morenas
                        leva  teu peitilho branco.
                        Teu  sangue respinga e cheira
                        ao  redor de tua faixa.
                        Mas eu  já não sou eu.
                        Nem já  é minha a minha casa.
                        Deixai-me  subir ao menos
                        até as  altas varandas:
                        deixai-me  subir!, deixai-me
                        até as  verdes varandas!
                        Avarandados  da lua
                        por  onde estronda a água¼ 
                         
                        ***
                         
                        Já sobem  os dois compadres
                        até as  altas varandas.
                        Deixando  um rastro de sangue.
                        Deixando  um rastro de lágrimas.
                        Tremulavam  nos telhados
                        pequenos  faróis de lata.
                        Mil  pandeiros de cristal
                        feriam  a madrugada.
                         
                        ***
                         
                        Verde  que de quero verde.
                        Vento  verde. Verdes ramos.
                        Os dois  compadres subiram.
                        O longo  vento deixava
                        na boca  um gosto raro
                        de fel,  de menta e alfavaca.
                        Compadre!  Onde está, dize-me?
                        Onde  está tua menina amarga?
                        Quantas  vezes te esperou!
                        Quantas  vezes te esperara,
                        de cara  alegre, cabelo alegre,
                        nesta verde  varanda!
                         
                        ***
                         
                        Sobre a  boca da cisterna
                        a  cigana tremia. 
                        Verde  carne, cabelo verde,
                        com  olhos de fria prata.
                        O gelo  da lua, em pedaços,
                        ampara-a  sobre a água.
                        A noite  se tornou íntima
                        como  uma pequena praça.
                        Guardas-civis  bêbados
                        na  porta golpeavam.
                        Verde  que te quero verde.
                        Verde  vento. Verdes ramos.
                        O barco  sobre o mar.
                        E o cavalo na montanha.   
                        ============================================
                        
                        De
                          Federico  García Lorca
                           O Passeio de Buster Keaton e  outros textos. 
                           Trad. de Aníbal Fernandes.  
                            Lisboa:  Série K,  1984.     48 p 
                         
                         
                        PAISAGEM DA MULTIDÃO QUE  URINA 
                        (NOCTURNO DE BATTERY PLACE)
                         
                        Poema de Federico  García Lorca
                        Tradução de  Anibal Fernandes
                        
                         
                        Eles  ficaram sós:
                        esperavam  a velocidade das últimas bicicletas. 
                        Elas  ficaram sós:
                        aguardavam  a morte de uma criança no veleiro japonês.
                        Eles,  elas, ficaram sós,
                        a  sonhar com os bicos que os pássaros abrem na agonia,
                        com  o guarda-sol agudo que fura
                        o  sapo esmagado ainda há pouco,
                        sob  um silêncio de mil orelhas,
                        e  bocas de água diminutas
                        nos  desfiladeiros que resistem
                        ao  feroz ataque da lua.
                        Chorava,  a criança do veleiro, e os corações partiram-se
                        angustiados  pelo testemunho e a vigília de todas as coisas
                        e  porque assim mesmo nomes escuros gritavam
                        no  chão celeste de negras pegadas,
                        gritavam  salivas e rádios de níquel.
                        Não  importa se a criança deixa de chorar quando lhe espetam o
                        nem  a derrota da brisa na corola do algodão,     [último alfinete,
                        pois  há um mundo da morte com definitivos marinheiros
                        que  hâo-de subir aos arcos e congelá-los por detrás das árvores.
                        É  inútil procurar o cotovelo
                        onde  a noite se esquece da viagem
                        e  espreitar um silêncio que não tenha
                        fatos  rotos e cascas e pranto,
                        pois  basta o banquete da aranha, minúsculo,
                        para  desfazer o equilíbrio de todo o céu.
                        Para  o gemido do veleiro Japonês não há remédio,
                        nem  para esta gente oculta que tropeça nas esquinas.
                        Para  unir as raízes num só ponto o campo morde o seu próprio rabo
                        e  o novelo vai procurar na erva a sua ânsia insatisfeita de longitude.
                        A  lua! Os polícias! As sereias dos transatlânticos!
                        Semblante  de crina, de fumo; anémonas e luvas de borracha.
                        Tudo  está roto nesta noite
                        aberta  de pernas em cima dos terraços.
                        Tudo  está roto por esses canos mornos
                        de  uma terrível e silenciosa fonte.
                        Ó  gente! Ó mulherzinhas! ó soldados!
                        Temos  de viajar nos olhos dos idiotas,
                        campos  livres onde silvam mansas cobras deslumbradas,
                        paisagens  cheias de sepulcros que produzem maçãs fresquíssimas,
                        para  nos chegar a exorbitante luz
                        que  os ricos temem por detrás das suas lupas,
                        o  cheiro de um só corpo com vertente dupla de lírio e rata,
                        e  queimar-se então esta gente que pode urinar à volta de um gemido
                        ou  nos cristais que explicam as ondas nunca repetidas.
                         
                         
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                        SONETO DE LA CARTA 
                         
                                 Amor  de mis entrañas, viva muerte, 
                        en  vano espero tu palabra escrita 
                        y  pienso, con Ia flor que se marchita, 
                        que  si vivo sin mí quiero perderte.
                         
                                 El  aire es inmortal. La piedra inerte 
                        ni  conoce Ia sombra ni Ia evita. 
                        Corazón  interior no necesita 
                        Ia  miel helada que Ia luna vierte.
                         
                                 Pero  yo te sufrí. Rasgué mis venas, 
                        tigre  y paloma, sobre tu cintura 
                        en  duelo de mordiscos y azucenas.
                         
                                 Llena,  pues, de palabra mi locura 
                        o  déjame vivir en mi serena 
                        noche  dei alma para siempre oscura. 
                         
                        
                                                
                         
                        SONETO DA CARTA
                              
           Tradução  de Afonso Félix de Sousa 
                         
                        Amor, que a vida em morte em mim convertes, 
                        espero em vão tua palavra escrita 
                        e, flor a se murchar, meu ser medita 
                        que se vivo sem mim quero perder-te.
                         
                        É infinito o ar. A pedra inerte 
                        nada sabe da sombra e não a evita. 
                        Íntimo, o coração não necessita 
                        do congelado mel que a lua verte.
                         
                        Por ti rasguei as veias às dezenas, 
                        tigre e pomba, cobrindo-te a cintura 
                        com luta de mordiscos e açucenas.
                         
                        Tuas palavras encham-me a loucura
                        ou deixa-me viver minha serena
                        e infinda noite da alma, escura, escura.
                         
                        ================================================
                         
                         
                         
                        TRADUÇÃO  DE IVO BARROSO
                         
                         
                        La Casada  Infiel
                         
                        Y que yo me la llevé al río 
                        creyendo que era mozuelo, 
                        pero tenía marido.
                         
                        Fue la noche de Santiago
                        y casi por compromiso. 
                        Se apagaron los faroles 
                        y se encendieron los grillos. 
                        En las últimas esquinas 
                        toqué sus pechos dormidos, 
                        y se me abrieron de pronto 
                        como ramos de jacintos. 
                        El almidón de su enagua 
                        me sonaba en el oído, 
                        como una pieza de seda 
                        rasgada por diez cuchillos. 
                        Sin luz de plata en sus copas 
                        los árboles han crecido, 
                        y un horizonte de perros 
                        ladra muy lejos del río.
                         
                        Pasadas las zarzamoras, 
                        los juncos y los espinos, 
                        bajo su mata de pelo 
                        hice un hoyo sobre el limo. 
                        Yo me quité la corbata. 
                        Ella se quitó su vestido. 
                        Yo el cinturón con revólver, 
                        Ella sus cuatro corpinos.
                         
                         
                         
                        A  Casada Infiel
                         
                        E não é que a levo ao rio 
                        pensando que era donzela 
                        e a moça tinha marido!
                         
                        Foi na noite de Santiago 
                        e quase por compromisso. 
                        Os postes já se apagavam 
                        e acesos punham-se os grilos. 
                        Pelas últimas esquinas 
                        palpei-lhe os seios dormidos 
                        que logo desabrocharam 
                        como ramos de jacintos. 
                        A goma de sua anágua 
                        rascava nos meus ouvidos 
                        como um pedaço de seda 
                        por dez punhais descosido. 
                        Sem luz de prata nas copas 
                        as frondes tinham crescido 
                        e um horizonte de cães 
                        latia longe do rio.
                         
                        Depois de passar as moitas, 
                        pêlos juncos e os espinhos, 
                        com a mata de seus cabelos 
                        fiz um leito sobre o limo. 
                        Eu fui tirando a gravata, 
                        ela tirou seu vestido;
                         
                        eu, o revólver da cinta, 
                        ela, seus quatro corpinhos.
                         
                         
                        
                        [ GARCÍA LORCA, Federico ] De  García Lorca. [Traduções de ] Leônidas Sobrino Pôrto e Vicente Sobrino  Pôrto.  Rio de Janeiro: 1954.  63 p.  16x23  cm.  “A presente edição é de 500  exemplares, todos fora de comércio.”  
                         
                        CORTARAM TRÊS ÁRVORES
                         
                        ("Canciones",  1921-1924)
                         
                        Eram  três.
                        (Veio  o dia com suas achas). 
                        Eram  duas.
                        (Asas  rasteiras de prata). 
                        Era  uma. 
                        Era  nenhuma. 
                        (Desnuda  quedou-se a água).
                         
                         
                        ROMANCE DA MÁGOA NEGRA
                         
                        ("Romancero Gitano", 1924-1927)
                         
                        r\s picaretas dos galos 
                        cavam procurando a aurora, 
                        quando pelo monte escuro 
                        desce Soledad Montoya. 
                        Cobre amarelo, sua carne 
                        cheira a cavalo e a sombra. 
                        Fúmeas bigornas, seus peitos 
                        soluçam canções redondas.
                        — Soledad, por quem perguntas, 
                        sem companha e a estas horas ?
                        — Pergunte por quem pergunte, 
                        dize-me : a ti que te importa ? 
                        Venho buscar o que busco, 
                        meu prazer, minha pessoa.
                         
                         
                        DO  OUTRO MODO
                         
                        (CANÇÃO PARA TERMINAR)
                         
                        ("Canciones", 1SS1-1924)
                         
                        A fogueira põe ao campo da tarde 
                        umas hastes de cervo enfurecido. 
                        Todo o vale se alonga. Por seu dorso 
                        caracoleia o ventisco.
                         
                        O ar se cristaliza sob o fumo 
                        — olho de gato amarelo e sombrio —. 
                        Eu, nos olhos, passeio pelos ramos. 
                        Os ramos se passeiam pelo rio.
                         
                        Chegam as minhas coisas essenciais. 
                        Formam-se os estribilhos de  estribilhos. 
                        Em meio aos juncos e à baixa tarde, 
                        que estranho que eu me chame Federico  !
 
                         
                        ***
                        TOADA  DOS NEGROS EM CUBA
                         
                        Quando chegar a lua cheia, irei a  Santiago de Cuba,
                          Irei a Santiago.
                          Num carro de água negra
                          Irei a Santiago,
                          Cantarão os tetos de palmeira.
                          Irei a Santiago.
                          Quando a palma quer ser cegonha,
                          Irei a Santiago.
                          E quando quer ser medusa o plátano,
                          Irei a Santiago.
                          Irei a Santiago.
                          Com a ruiva cabeça do Fonseca,
                          Irei a Santiago.
                          E com a rosa de Romeu e Julieta
                          Irei a Santiago.
                          Oh Cuba! Oh ritmo de sementes secas!
                          Irei a Santiago.
                          Oh cintura quente e gota de madeira!
                          Irei a Santiago.
                          Harpa de troncos vivos. Caimão.  Flor de  tabaco.
                          Irei a Santiago.
                          Sempre tenho dito que irei a Santiago
                          Num carro de água negra.
                          Irei a Santiago.
                          Meu coral na treva,
                          Irei a Santiago.
                          O mar afogado na arei,
                          Irei a Santiago.
                          Calor branco, fruta morta,
                          Irei a Santiago.
                          Oh bovino odor de canavieiras!
                          Oh Cuba! Oh curva de suspiro e barro!
                        Irei a Santiago.
                         Tradução de Manuel Bandeira. Extraído de  BANDEIRA, Manuel. Poemas traduzidos.  Rio de Janeiro: Editora Globo, 1948.
                         
                         
                         
                        
                          
                            Extraído de 
                          
                        
 
 
POESIA SEMPRE – Revista Semestral de Poesia.  ANO 4 – NÚMERO 7 –  JULHO 1996.  Rio de Janeiro: Fundação  Biblioteca Nacional, Ministério da Cultura, Departamento Nacional do Livro,  1996.   Ex. bibl. Antonio Miranda
 
A casada infiel
E eu que a levei ao rio
  supondo que fosse donzela,
  quando já tinha marido.
Era noite de São Tiago
  e foi quase um compromisso.
  Apagaram-se os faróis
E se acenderam os grilos.
  Já nas últimas esquinas
  toquei-lhe os peitos dormidos,
  e se abriam de pronto
  como ramos de jacintos.
  Polvilho de sua anágua
  vinha ranger-me no ouvido
  tal como um corte de seda
  por dez lágrimas rompido.
  Sem luz de prata nas copas
  os troncos tinham crescido,
  e um horizonte de cães
  ladrava longe do rio.
  Atravessando o silvado,
  por entre juncos e espinhos,
  sob a sua cabeleira
  fiz uma concha no limo.
  Tirei a minha gravata.
  Ela tirou seu vestido.
  Eu, o cinto com o revolver.
  Ela, seus quatro corpinhos.
  Nem nardos nem caracóis,
  têm uma cútis tão fina,
  nem sobre a lua cristais
  relumbram com tanto brilho.
  Suas coxas me escapavam
  como peixes surpreendidos,
  metade cheias de lume,
  metade cheias de frio.
  Naquela noite corri
  pelo melhor dos caminhos,
  montado em potra de nácar,
  sem freios e sem estribos.
  Não quero dizer, sou homem,
  as coisas que ela me disse.
  É que a luz do entendimento
  me torne mui comedido.
  Suja de beijo e de areia,
  levei-a dali do rio.
  El luta com o ar, batiam-se,
  brancas espadas, os lírios,
  Portei-me como quem sou.
  Como gitano legítimo.
  Dei-lhe estojo de costura,
  grande, de fina palhinha,
  mas não quis enamorar-me,
  porque, já tenho marido,
  me disse que era donzela
  quando eu a levava ao rio.
 
Tradução de Carlos Drummond de Andrade
 
MONTEMEZZO, Luciana  Ferrari.  Federico García Lorca.  Trilogia da  terra espanhola.  Traduzido por Luciana Ferrrari  Montemezzo.   Porto Alegre: Bestiário  Class, 2022.          352 p.  ilus.  24 x 21 cm.    ISBN 978-65-84571-12-6                              Ex. bibl. Antonio  Miranda
 
[As peças teatrais de  García Lorca, representadas pelo mundo, além dos diálogos tradicionais e  constantes, também incluíam, como cabe a um dramaturgo que era um dos maiores  poetas de sua geração, também incluir poemas... Alguns deste exemplos lírico,  escolhemos e vão a seguir:   /nota de  Antonio Miranda, não da autora das excelentes traduções...]
 
De
  
            BODAS DE SANGRE:
  
         Una cantiga, menino,  uma cantiga
         do  cavalo grande
         Que  não quis a água.
         A  água era negra
         dentro  dos galhos.
         Quando chega à ponte
         se  detém e canta.
         Quem  dirá, meu menino
         o  que contém a água,
         com  seu longo caudal
         por  sua verde sala.
 
               LUA
  
               Cisne redondo no rio,
               olho  das catedrais,
               alba  fingida nas folhas
               sou.  Elas não poderão escapar!
               Quem  se oculta? Quem soluça
               Pelos  matagais do vale?
               A  lua deixa uma faca
               abandonada  no ar,
               prenúncio  de chumbo
               quer  ser dor de sangue.
               Deixem-me  entrar! Venho fria
               por  paredes e vidros!
               Abram  telhados e peitos
               Onde  eu possa me aquecer!
               Tenho  frio! Minhas cinzas
               de  sonolentos metais,
               buscam  a crista do fogo
               pelos  montes e pelas ruas.
               Mas  a neve me leva
               sobre  suas costas de jaspe,
               e  me inunda, dura e fria,
               a  água dos tanques?
               Pois  nestas noites minhas faces
               se  tingirão de sangue,
               e  os juncos agrupados
               nos  amplos pés do ar.
               Que  não haja sombra nem emboscada,
               Que  não possam escapar!
               Quero  entrar em um peito
               para  poder me aquecer!
                Um  coração para mim!
               Ardente  que se derrame
               pelos  montes do meu peito;
               deixem-me,  ah, deixem-me entrar!
               
         
   De
  
               YERMA
                 Poema em três atos e seis  cenas (1934)
  
                
                O  céu tem jardins
               com  rosas de alegria,
               entre  roseira e roseira
                a  rosa de maravilha.
               Raio  de aurora parece,
               e  um arcanjo a vigia,
               as  asas como tormentas,
               os  olhos como agonia.
               Ao  redor de suas folhas
               arroios  de leite morno
               brincam  e molham o rosto
               das  estrelas tranquilas.
               Senhor,  abre sua roseira
               sobre  minha carne murcha.
---
  
               Senhor,  acalma com sua mão
               as  brasas da sua face.
  
                ---
  
               Escute  o penitente
               de  sua santa romaria.
               Abra  sua rosa em minha carne
               embora  com mil espinhos.
  
               ---
  
               Senhor,  que floresça a rosa,
               não  a deixe na sombra.
  
               ---
  
               Sobre  a minha carne murcha
               a  rosa de maravilha.
De
              A CASA DE BERNARDA ALBA
                Drama das mulheres nos povoados da  Espanha 
                (1936)
 
             Ovelhinha, meu bebê,
               vamos  às margens do mar.
               A  formiguinha estará em sua porta,
               eu  te darei a teta e o pão.
  
               Bernarda,  cara de leoparda,
               Magdalena,  cara de hiena.
               Ovelhinha,
               Meee,  meee.
               Vamos  aos ramos do portal de Belém.
               [Ri.]
  
               Nem  tu nem eu queremos dormir.
               A  porta se abrirá sozinha,
               e à praia iremos
               em  um charco de coral.
  
               Bernarda,  cara de leoparda.
               Magdalena,  cara de hiena
               Ovelhinha.
               Meee,  meee
               Vamos  aos ramos do portal de Belém!
  
  
 
 
 
Página ampliada e republicada em dezembro de 2017