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                   EDMUNDO CARMARGO 
                    
                    
                    
                  Edmundo  Camargo (Sucre, 1936 — Cochabamba, 1964). Viveu a maior parte de sua vida  em Cochabamba. Escritor precoce como testemunham os poemas publicados quando  era estudante. Não chegou a ver publicada a única reunião de seus poemas, Del tiempo de la muerte (1964, com  reedição em 2002), organizada por Jorge Suárez, e que agrega vários ciclos  poéticos.  Edmundo Camargo viveu nos anos  1950 em Madri e em Paris. Em Paris, chegou a cursar algumas matérias de  Filosofia e Letras e ali conheceu Françoise Vervaele, pintora belga, com quem  se casou e teve filhos, e que ilustrará seu livro póstumo. Junto com Gustavo  Medinacelli, é responsável pela introdução do surrealismo na Bolívia. Além de  estudar junto com Vargas Llosa, correspondeu com Cesar Vallejo.  
                    
                  Pelo menos  na Bolívia já é um clássico. Para Eduardo Mitre, sua poesia é “Visionária, iconográfica mais que musical e  rítmica; sua poesia é antes de tudo um afresco de imagens fulgurantes”. É  considerado um dos maiores vanguardistas e surrealistas latino-americanos, junto  com Octavio Paz e outros. 
                    
                    
                                     TEXTO  EN ESPAÑOL   -   TEXTO EM PORTUGUÊS 
                    
                    
                    
                  SALUTACIÓN  
                    
                  Tu  pequeña palabra hoy me amanece 
                    donde el viento manchaba la distancia del trigo 
                    y asombradas poleas de sol daban vuelta la tierra. 
                    Hace tiempo la lluvia rechinaba sus ejes cristalinos, 
                    y las piedras tenían en su color un vuelo de palomas, 
                    mas, a tantas vocales resumidas del llanto 
                    y a tanta arteria huyendo su salvaje guitarra... 
                    quiero estar en el éxodo de mis últimas moléculas 
                    para morder la soledad del humo, 
                    los infolios del frío, 
                    mientras las casas gritan hasta el musgo 
                    y la mujer que aborta centrífuga el planeta. 
   
                    Es atroz este cielo, esta tierra 
                    en su encéfalo turbio de alborada: 
                    universidades del otoño 
                    concurridas de tarde por un viento docente, 
                    cernidor de los pájaros salvajes. 
   
                    Si pasáramos lista a los decesos, 
                    si de pronto calzáramos la sangre 
                    con el álgebra aguda del dormido 
                    y, hasta el silencio aquél que en telaraña azul 
   
                    atrapaba los astros, camináramos 
                    con epidermis ronca, hacia la muerte: 
                    enmohecida de tisis cantáramos la voz y el hombre 
                    aquel restituído que olvidamos, 
                    abriéranos las manos y saludáranos 
                    dentro su sangre. 
   
                    Ahora, ¿a quién odiar, para quién maldecir, 
                    hiriéndolo de esputo y fiebre...? 
                    Sollózanos el luto sin ser dado y el oxígeno 
                    enorme que doblamos 
                    cuando desenterrados nos encuentra la muerte. 
                  Horrible  es esta muerte llevada a cabo en vida. 
                     
                    Tu pequeña palabra hoy me amanece: te saludo 
                    desde el crimen del mundo, desde el humo 
                    submúltiplo de cien, 
                    desde la tuerca ronca, 
                    desde el metal que ya conoce el aire, 
                    desde la tos más roja que ya conoce el suelo. 
                    Salúdote. ¡Y he aquí mi mano, 
                    mi mano numeral, mano de pueblo! 
                    
                    
                    
                  HOMBRE 
                    
                    
                  Bajo el ojo demente de la anémona 
                  los muertos se tiñen de la corriente  roja del otoño. 
                  Cantaron piedras en la voz. 
                  Llave de fierro en la lengua. 
                    
                  El cielo punzó de pronto el costado de  las pomas 
                  con un dedo de hierro oliendo el ozono  de los palomares. 
                    
                  Tus párpados agudos 
                  fueron las catedrales doradas por la  lluvia marginal. 
                  El agua se agregó a los vitrales en ángel  inodoro 
                  y todo se pobló rápidamente de  caballos y de carrocerías laceradas. 
                    
                  Los  niños encendían su voz como una lámpara exangüe. 
                  En  las noches se balanceaban las lámparas de sus voces. 
                    
                  El  bosque metió en movimiento su mecánica 
                  donde  cada engranaje de hoja 
                  se  hincaba entre pájaros aún en crisálida. 
                    
                  Como  extremo las constelaciones 
                  ahorcando  campanarios y gallos imantados. 
                    
                  En 
                  un  desierto familiar los leones dormían. 
                    
                  Entonces  tú volcaste la página. 
                  Tus  ojos se habitaron de horror y grabados de madera. 
                  La  antigua Babilonia de hilos telefónicos 
                  traspasada  de voces y de trenes desiertos 
                  te  vació los tímpanos hasta la alucinación 
                  y  su savia reía en tu interior 
                  en  arcoíris secos y picoteados por los aviadores teledirigidos. 
                    
                    
                    
                  POBLACIÓN SUBTERRÁNEA 
                    
                  Quiero  morar debajo de la tierra 
                  en  un diálogo eterno con las sales, raíces mis 
                  cabellos 
                  arcilla  mis palabras, 
                  donde  nunca me hieran tus ojos sembradores 
                  entre  un pueblo de muertos, tabicada mi boca. 
                    
                  Es  un mundo de lluvia endurecida 
                  y  de canas más dulces que el recuerdo del hombre 
                  será  un espeso día que me toque la lengua 
                  y  una mano muy tierna que me junte los huesos. 
                    
                  Quiero  sentir la tierra circular por mis venas 
                  morderla  fríamente, clavaría con mis tibias 
                  sintiéndome  en su inmensa placenta, adormecido 
                  como  un niño a la espera de un nuevo natalicio. 
                    
                    
                    
                  TEXTO  EM PORTUGUÊS 
                  Tradução  de SALOMÃO SOUSA 
                    
                    
                  SAUDAÇÃO  
                  Tua pequena palavra hoje me amanhece 
                  onde o vento manchava a distância do  trigo 
                  e assombradas as polias de sol davam  volta à terra. 
                  Há tempos a chuva chiava seus eixos  cristalinos 
                  e as pedras tinham em sua cor um voo  de pombas, 
                  mas, com tantas vogais resumidas do  pranto 
                  e com tanta artéria a fugir sua  selvagem guitarra... 
                  quero estar no êxodo de minhas últimas  moléculas 
                  para morder a solidão do fumo., 
                  os infólios do frio, 
                  enquanto as casas gritam até o musgo 
                  e a mulher que aborta centrífuga o  planeta. 
                    
                  É atroz este céu, esta terra 
                  em seu encéfalo turvo de alvorada: 
                  universidades do outono 
                  concorridas de tarde por um vento  docente, 
                  escoadouro dos pássaros selvagens. 
                    
                  Se passássemos preparados para as  mortes, 
                  se logo servíssemos o sangue 
                  com a álgebra aguda do adormecido 
                  e, até o silêncio aquele em que a teia  de aranha azul 
                  capturava os astros, caminhávamos 
                  com epiderme rouca, havia a morte; 
                  mofada de tísica cantávamos a voz e o  homem 
                  aquele restituído que esquecemos,  
                  abríamos as mãos e saudávamos, 
                  dentro seu sangue. 
                    
                  Agora, a quem odiar, a quem maldizer, 
                  ferindo-o de escarros e febre...? 
                  Soluçávamos o luto sem ser dado e o  oxigênio 
                  enorme que dobramos 
                  quando desenterrados nos encontra a  morte. 
                  Horrível é esta morte levada enfim a  vida. 
                    
                  Tua pequena palavra hoje me amanhece:  te saúdo 
                  a partir do crime do mundo, a partir  do fumo 
                  submúltiplo de cem, 
                  a partir do parafuso frouxo, 
                  a partir do metal que já conhece o ar, 
                  a partir da tosse mais vermelha que já  conhece o solo. 
                  Saúdo-te. E eis aqui minha mão, 
                  minha mão mineral, mano do povo! 
                    
                    
                  HOMEM 
                    
                  Sob  o olho demente da anêmona 
                  os  mortos se pintam com a corrente vermelha do outono. 
                  Cantarão  pedras na voz. 
                  Chaves  de ferro na língua. 
                    
                  O  céu logo punçou as costas das pombas  
                  com  um dedo de ferro cheirando o ozônio dos pombais. 
                    
                  Tuas  pálpebras agudas 
                  foram as  catedrais douradas pela chuva marginal. 
                  A água se  agregou aos vitrais no anjo inodoro 
                  e  tudo se povoou rapidamente de cavalos e  de carrocerias laceradas. 
                  As  crianças acendiam sua voz como uma lâmpada exangue. 
                  Nas  noites tremeluziam as lâmpadas de suas vozes. 
                    
                  O  bosque meteu em movimento sua mecânica 
                  onde  cada engrenagem de folha 
                  fincava-se  entre pássaros ainda em crisálida. 
                    
                  Como  extremidade as constelações 
                  enforcando campanários e  galos imantados. 
                    
                  Em 
                  um  deserto familiar os leões dormiam. 
                    
                  Então tu  viraste a página. 
                  Teus olhos se habitaram  de horror e cunhas de madeira. 
                  A  antiga 
                  Babilônia 
                  de  fios 
                  telefônicos 
                  traspassada  de vozes e de comboios desertos 
                  esvaziou-te os  tímpanos até à alucinação 
                  e sua  seiva ria em teu interior 
                  em arco-íris secos  e recortados pelos aviadores teleguiados. 
                    
                    
                    
                  POPULAÇÃO SUBTERRÂNEA 
                    
                  Quero  morar debaixo da terra 
                  num  diálogo eterno com os sais, raízes meus 
                  cabelos 
                  argila  minhas palavras, 
                  onde  nunca me firam teus olhos semeadores 
                  entre  um povo de mortos, travada minha boca. 
                    
                  É  um mundo de chuva endurecida 
                  e  de canas mais doces que a lembrança do homem 
                  será  um espesso dia que a língua me toque 
                  e  uma mão muito terna que me junte os ossos. 
                    
                  Quero  sentir a terra circular por minhas veias 
                  mordê-la  friamente, cravaria com minhas tíbias 
                  sentindo-me  em sua imensa placenta, adormecido 
                  como  uma criança à espera de um próximo aniversário. 
                    
                    
                    
                  Página publicada em junho de 2019 
                    
                    
                
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