|   LA POESIA EN LAS  ALTURAS* por  Antonio Carlos Secchin**       */los poemas andinos  de João Cabral de Melo Neto/**miembro de la Academia Brasileña de Letras
     João Cabral de Meló Neto fue  Embajador de Brasil en América hispana, en Ecuador (1979-1981) y luego en Honduras (1981). Esa experiencia quedó  registrada en la sección Viver nos Andes (Vivir  en los Andes) de su libro Agrestes (1985).            La  presencia andina representa, literalmente, la inclusión de un nuevo paisaje en  la geografía poética de Joáo Cabral, lo que requiere, en consecuencia, un  reenfoque de su percepción acostumbrada a las planicies de Pernambuco, estado  natal del poeta-diplomático.           Piedra y aire son los pilares de Vivir en los Andes. Sus diez poemas, con variaciones,  se entrelazan en torno de un mismo tema: la sobrevivencia en la montaña, a  pesar de la atmósfera enrarecida. Sin embargo, esa primera lectura no agota el  alcance de la investigación de Cabral; con ella convive otra, en el linaje de  una sutil politización de la naturaleza. Al poeta le interesa examinar las  condiciones de eclosión/explosión de un habla en una región cercada por el  silencio. Aquí, la ambigüedad de un silencio potencialmente explosivo está dada  por la propia realidad ambiental, la gélida montaña que abriga el volcán  Chimborazo. Discurso latente represado en la muda entraña de la piedra.           Vivir en los Andes, en escala menor, nos  ofrece el ciclo de viajes y travesías que marcó la producción de João Cabral en  obras como El río (1954) y Morte e vida severina (1956), que  registran el tortuoso caminar de los emigrantes del sertón y del río Capibaribe  rumbo a Recife, la capital de Pernambuco. Esta vez, el transcurso no se da  sobre la horizontalidad de la tierra, sino en un registro ascensional. Como en  las narraciones ancestrales, el inicio del texto ya nos revela la aventura in medias res:   En el páramo, tras  pasar Riobamba, a cuatro mil metros de altura,
 la geografía del Chimborazo
 entra en coma: está sorda y muda.
   ("No Páramo"; p. 536)           Es  cuando comienza el relato de la doble travesía: hacia lo alto de la piedra y  hacia el interior del silencio que la altitud resguarda. La mirada de Cabral actúa  como una cámara, ofreciéndonos, en el primer poema, un plano general sobre el  paisaje de subida; en el segundo, un plano general sobre los habitantes de la  región (cuyo lento caminar recuerda "mansas fotografías" (p. 536). A  continuación, el zoom captura la imagen de un habitante específico ("El  indio de la cordillera"), y luego ("Ahogado en los Andes"), en  un corte incisivo, contrapone el paisaje capturado a otro, el pernambucano, que  siendo prácticamente opuesto, no por ello deja de aproximarse al andino, por lo  que se tornan hermanados por la difícil relación, ya sea por escasez o por  exceso, entre sus respectivos moradores y el aire que respiran:     En el aire enrarecido  como la vida va la vida del indio hormiga.
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   Quien se ahoga en él o  por faltade él, es igual la boca angustiada:
   los ahogados submarinostienen gestos de sobreandinos,
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   Era de Recife ese  ahogado, del aire espeso del  borde-océano,   para quien también  respirar es otra manera de cazar.
 /.../
   que es retirar el aire  de la entraña de esta atmósfera que nos baña,
            ["Afogado nos Andes"; p. 538]          Siguen a estas dos tomas del paisaje visto  desde lo alto, en "El trono de la oveja" y "Un sueño sin  ranuras"; en este último poema, el sueño de la naturaleza es "el  sueño inmóvil y compacto / que se duerme en la anestesia" (p. 538). Por  tanto, del silencio pueden ser extraídas dos "lecciones": la de su  inutilidad, cuando proviene del letargo y de la pasividad (en este caso,  "que, por ser sin llaves, sin ranuras / perdió el discurso de  Bolívar", p. 538); y de la eficacia, cuando, a partir de un borde mudo, la  palabra comienza a fermentarse. La voz, aun en sordina, sustenta la presencia  afirmativa contra el enclaustramiento. Contención discursiva que Cabral  atribuye a los habitantes de ese espacio ("aprendieron a ser sin  gritarse", p. 536) y que proviene de una verdadera "educación por la  piedra" ofrecida por la montaña:
   Cuando te viajé de tan cerca nada vi en ti, Chimborazo,
 que enseñe el habla del do-de-pecho,
 pre-micrófonos, diputado.
   ["Uma enorme res deitada"; p. 539]
          Es común al poeta cerrar sus textos  narrativos (es así como estamos entendiendo la secuencia de "Vivir en los  Andes") destacando alguna "ética de la naturaleza", la cual,  pedagógicamente, facilita el modelo de conducta apta para reformular de modo  positivo el horizonte de la existencia humana. Así, el desfile del río  Capibaribe en O cão sem plumas [El perro sin plumas] (1952) es un ejemplo de la  "vida que se lucha / cada día", como el ave "que va cada segundo  / conquistando su vuelo" (p. 92). En la misma dirección caminan los versos  de la parte final de Morte e vida severina [Muerte y vida severina].     Y no hay mejor respuesta que el espectáculo de la vida:
 verla deslinear su línea,
 que también se llama vida,
 ver la fábrica que ella misma,
 tímidamente, se fabrica.
   [p. 178]            En esta sección de Agrestes, sin embargo,  la "lección final" del texto-naturaleza es la página blanca de un  silencio inexpugnable. Epílogo frustrante, en una tonalidad antiépica que  retrata el des-acontecimiento,     La inmensa espera de la montaña: ¿por qué ver en ella algún sentido?
 Es solo espera: el vivir pendiente
 de que se pudra lo prometido.
   ["O ritmo do Chimborazo", p. 539]     donde solo se fortalece la espera de la  desesperanza. Nada ocurre, el héroe está ausente, y, si presente, no se haría  oír - imagen del continente enclaustrado, incapaz de propagar su voz:     Quizá [la montaña] sea en efecto la tribuna que mandó reservar el tiempo
                 para  un Bolívar que condene                 a  quien cierre América al fermento.   ["0 Chimborazo como  tribuna", p. 540]            Es la esperanza de una voz,  todavía inaudible, que alimenta el sueño de una América Latina fraterna y dueña  de su propio destino.     Antonio Carlos Secchin        Las referencias de las citas de versos  indican su localización en Poesía completa e prosa de João Cabral de Melo Neto.  Río de Janeiro, Editora Nova Aguilar, 2008. Sin embargo, aquí se han utilizado  las traducciones que forman parte de este libro.      Texto extraído de: MELO NETO, João Cabral de.  Vivir em los Andes. Poemas ecuatorianos. Organización: Renato Faria; Sonia Oliveira  de Paredes. Versión al español de los poemas y
 Presentación:  Iván Carvajal. Prefacio por Antonio Carlos Secchin.  Traducción de
 textos:  Alfonso Montúfar Estrella. Presentación João Almino. Ilustraciones por Araceli
 Gilbert.  Quito, Ecuador: Embajada del Brasil en Quito,  2020.   84 p.  ilus. col.
 Edición especial numerada  Conmemorativa del Centenario de Nacimiento.”
 1.000  ejemplares.
 
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