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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

RAMON DE SANTIAGO

Fecha de nacimiento: 29/4/1831

Lugar de nacimiento: MontevideoUruguay

Fecha de muerte: 3/1/1900

Escritura (Periodismo, Poesía)

Música

Como poeta, sus poesías, más o menos, entre publicadas e inéditas se calculan en trescientos ochenta. Aquí tenemos también el genio creador y las traducciones que ha hecho como poseedor de distintos idiomas, traduciendo a los mejores poetas de la época.
Es junto con Magariños Cervantes uno de los primeros cultores de la poesía nativista. Entre ellas podemos citar: “La loca del Bequeló”, “La tórtola”, “La torcaz”, “El laurel”, “El viraró”, “Cabarí”, “El ciprés”, “Bajo el ombú”, “La hija del Yaro”, “El viejo puestero”, “Pamperada”, “La guitarra en el monte”, “La trilla”, “El domador”, “La tapera de la estancia vieja”, “En la enramada”, “La sortija”, “El rodeo”, “El entrevero”, “Incendio en el Yi”, y muchísimas otras que representan escenas de nuestra campaña y cosas de nuestros campos. (http://www.fhuce.edu.uy

 

TEXTO EM ESPANOL – TEXTO EM PORTUGUÊS

 

ANTOLOGÍA DE LA POESIA HISPANOAMERICANA. URUGUAY. Madrid: /Compilada por/ Gines Alabreda; Francisco Garfias.  Biblioteca Nueva, 1968.  499 p. 16,5 x 24,5 cm.  Capa dura.  Ex. bibl. Antonio Miranda.

Existem mais de uma versão deste poema. Nós optamos pelo texto compilado por Gines Albareda / Franciso Garfias:

 

LA LOCA DEL BEQUELO
(Recuerdos de la guerra de nueve años: 1843-1851) 

En la enramada de un rancho viejo
nido de gaucho, cerca del Yi,
guitarra antigua, tierna lloraba
la triste historia que canto aquí.

 

— ¿Sabéis paisanos por qué ando errante
bajo estos bosques del Bequeló?
Me llaman loca; pero es mentira:
es que no tengo ya corazón,
venid, paisanos, venid conmigo,
diré mi historia junto al fogón.

 

¿Veis mis cabellos? Eran muy negros,
más que las alas del cuervo, más,
están muy secos..., tan blancos,
blancos como las flores del arrayán.
¿Veis estos ojos? No tienen vida,
pues antes, puros como el cristal,
fueron dos luces que se encendieron
en una aurora del Uruguay.
Tristes mis labios, son amarillos
como el pellejo del butihá:
¡Ay!, los tenía rojos y alegres
como el penacho del cardenal.

 

Allá en la loma como un calvario,
veréis ruinas y un triste ombú;
fueron mi cuna, fueron mi estancia,
fueron mi nido verde y azul.
Cuando yo muera, clavad, paisanos,
bajo aquel árbol mi humilde cruz,
que allí murieron mis dichas todas,
allí he perdido mi juventud.

 

Tenía un esposo que ardiente amaba
y un hijo bello que era mi Dios.
¡ Ah!, qué contenta perdiera el cielo
si yo pudiera ver a los dos.
Una mañana..., ¡maldita sea!,
cuando esta guerra se pronunció,
mi esposo tierno me dio un abrazo;
llorando mucho su hijo besó;
pálido el rostro tomó su lanza,
montó a caballo, triste partió.
Aún me parece, lo ven mis ojos,
de lejas lomas diciendo adiós.
¡ Ay!, mis paisanos, en ese día
perdí un pedazo del corazón.
Pasaron meses, pasaron años,
cuando una tarde que al hijo amado
de mis entrañas contaba yo
del pobre padre que no volvía
la ausencia larga, su último adiós,
cruzando el campo llegó un sargento,
de su caballo se desmontó
y al solo rayo de mi esperanza
estas palabras le dirigió:
¿Ves esta lanza?, fue de tu padre;
por su divisa bravo murió,
tómala y vamos, no te demores
que en las cuchillas se duerme el sol.
Llorando, mi hijo, me dio un abrazo,
montó a caballo, triste partió.

 

¡Ay!, mis paisanos, en esa tarde
quedó mi pecho sin corazón.

 

Ya van dos veces que las torcazas
dulces arrullan en el sauzal,
y los boyeros cantando alegres
cuelgan sus nidos del ñandubay,
pero no he visto más a mi hijo
desde esa tarde negra y fatal.

 

Allá en la loma, como un calvario,
veréis ruinas y un triste ombú;
cuando yo muera clavad, paisanos,
bajo aquel árbol mi humilde cruz.

 

Esta es la historia que, en la enramada
}de un rancho viejo cerca del Yi,
sobre las cuerdas estremecidas
de una guitarra, llorar oí.
Y al escucharla con honda pena,
mi labio trémulo triste exclamó:
" ¡ Ay, cuántas locas habrá en mi patria
como la loca del Bequeló!"

 

 

TEXTO EM PORTUGUÊS

Tradução: Antonio Miranda

 

         A LOUCA DE BEQUELÓ

        (Redordações da guerra dos nove anos: 1843-1851)

 

        No encaramado de um casebre velho
ninho de gaúcho, perto do Yi,
gritava antiga, delicada chorava
a triste história que canto aqui.

         — Sabeis patrícios porque ando errante
por estes bosque de Bequeló?
Me chamam louca; mas é mentira:
é que já não tenho coração,
vinde, patrícios, vinde comigo,
contarei minha história junto ao fogão.

         Vedes meus cabelos? Eram bem negros,
mais do que as asas do corvo, mais,
estão bem secos..., tão brancos, brancos
como as flores de murta.

         Vedes estes olhos? Não têm vida,
pois antes, puros como o cristal,
eram duas luzes que resplandeceram
numa aurora do Uruguai.
Tristes os meus lábios, são amarelos
como o couro do butiá:
Ai!, tinha-os rubros e alegres
como o penacho do cardeal.

         Lá no alto como um calvário,
vereis ruinas e um tris ombú,
eram meu berço, eram minha estância,
eram meu ninho verde e azul.
Quando eu morrer, cravai, patrícios,
debaixo daquela árvore minha humilde cruz
que ali morreram meus ditos todos,
ali eu perdi minha juventude.

         Tinha um esposo que ardente amava
a um filho que era meu Deus.
Ai!, que contente perdera o céu
se eu pudesse ver os dois.
Uma manhã..., maldito seja!,
quando esta guerra se pronunciou,
meu esposo delicado me deu um abraço;
chorando muito seu filho beijou;
pálido o rosto pegou sua lança,
montou o cavalo, triste partiu.
Ainda me parece, meus olhos o veem,
dos velhos montes dizendo adeus.
Ai!, meus patrícios, nesse dia
perdi um pedaço do coração.
Passaram meses, passaram anos,
chorando sempre, sempre pior,
quando uma tarde que ao filho amado
de minhas entranhas eu contava
sobre o pobre pai que não voltava
a longa ausência, seu último adeus,
cruzando o campo chegou um sargento,
de seu cavalo apeou
e no raio apenas de minha esperança
estas palavras ele pronunciou:
Vês esta lança?, foi de teu pai;
por sus divisa bravamente morreu,
toma-a e vamos, não demores
que nas facas dorme o sol.
Chorando, meu filho, me abraçou,
montou no cavalo, triste partiu.
Ai!, meus patrícios, naquela tarde
ficou meu peito sem coração.

         Já se vão duas vezes as pombas-torcazes
doces arrulham no salgueiral,
e os cuidadores de bois cantando alegres
dependuram os ninhos de ñundubay*,
mas não voltei a ver o meu filho
desde aquela tarde negra e fatal.

         La na colina, como um calvário,
vereis ruinas e um triste ombú**,
quando eu morrer cravai, patrícios,
debaixo daquela árvore minha humilde cruz.

         Esta é a história que, na enramada
de um casebre antigo pero do Yí,
sobre as cordas estremecidas
de uma guitarra, chorara ouvi.
E ao escutá-la com profunda pena,
meu lábio trêmulo triste exclamou:
“Ai!, quantas loucas haverá nesta pátria
como a louca do Barqueló!”

 

*ñandubay: árvore americano.
*ombú: árvore colossal da América do Sul.

 

Página publicada em fevereiro de 2019

 

 

 

 


 

 

 
 
 
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