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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NATALICIO GONZÁLEZ

 

Juan Natalicio González Paredes (Villarrica, 8 de septiembre de 1897 — Ciudad de México, 6 de diciembre de 1966) fue el 43º Presidente del Paraguay: gobernó desde el 15 de agosto de 1948 hasta el 30 de enero de 1949.

En 1923, Juan E. O`Leary, tras leer un trabajo suyo, dio el primer empujón inicial de la importante trayectoria de uno de los intelectuales más notables que ha dado del Paraguay del siglo XX: gran poeta, analista político, narrador, historiador, sociólogo y geógrafo. Sus obras son definidas como polémicas, múltiples, profundas y complejas. En 1952 publicó “Motivos de la Tierra Escarlata”. En 1964, editó “Geografía del Paraguay”, un trabajo de más de 800 páginas, considerada su obra cumbre.  (Más en la wikipedia.)

 

TEXTO E ESPAÑOL -  TEXTO EM PORTUGUÊS

 

 

EL POLLINO QUE MURIÓ EN EL CHACO

 

Era un pollino joven de preclara prosapia,

descendiente de un rucio de Domingo de Irala.

Un alba sonrosada, frente a derruida tapia,

nació bajo un lapacho que se puso de gala

y llovió sobre el asno sus flores color rosa.

El cerro Lambaré se erguía como un seno

junto al paterno río de agua semi verdosa.

La campesina de ágiles pies y rostro moreno

miró al pasar al tierno asno recién nacido,

henchida de canciones la boca gorjeante

como el buche del ave o el corazón de un nido.

Creció el joven pollino, lindo como un cordero,

amigo de pilluelos y de bellas muchachas.

Se hacía en ocasiones, jugando, el majadero,

y con aire de susto y las orejas gachas

se empecinaba en no dar un paso adelante.

El Cristo no le tuvo por su cabalgadura

pero una campesina de mirar incitante

en sus ancas venía con cestos de verdura,

tocada de albo manto la cabeza morena,

hasta el Mercado lleno de voces y mujeres,

de turcos y usureros, de la villa asuncena.

 

¡Qué escándalo aquel día! Una joven pollina

había despertado sus ardores carnales

y sin reparar en su carga de gallinas,

de coles y tomates, consumó cosas tales

que las chicas quedaron todas ruborizadas

y sonrieron los hombres muy picarescamente.

Su alma se arrepintió después, avergonzada,

y el brutal episodio quedó anclado en su mente.

 

Acudió a requisarlo un día el Comisario.

Decían que estaba el asno movilizado.

La atroz guerra atronaba y le fue necesario

marchar al Chaco. El buen pollino, emocionado,

en un largo rebuzno se despidió del cerro

de Lambaré, de pena el corazón opreso.

Al alejarse le hizo fiestas un viejo perro

y la rugosa Abuela le dio en la testa un beso.

Hizo el asno la dura vida de Campamento,

a lomo transportaba armas y municiones,

recorrió los caminos sin parar un momento,

bajo soles de fuego y las constelaciones.

Internóse una noche por un vago sendero,

entre bosques de sándalos y ralos palosantos,

por la tierra lodosa del último aguacero.

Era el vasto, absoluto silencio; ni los cantos

de las aves turbaban la noche nemorosa.

Fijo en su pensamiento el Lambaré nativo,
entre la soldadesca sombría y silenciosa

de repente se puso el asno pensativo.

Como para arrojar al viento su tristeza

estira el cuello y lanza un rebuzno sonoro,

que detuvo a la tropa, de ansiedad y sorpresa,

y se elevó a los cielos como un trágico lloro.

Los guerreros alertas, ante el rebuzno insólito

echaron cuerpo a tierra. Las balas bolivianas

abatieron, certeras, al asno melancólico

que se extinguió puesto el pensamiento en la anciana

del beso, en las muchachas morenas del Mercado,

en el Lambaré, erguido como un gran seno erecto,

que en las tardes recorta sobre un cielo morado

la gracia de su cono túrgido y perfecto.

 

La dulce alma del asno dejó que su envoltura

sobre el salobre lodo sirviera de trinchera,

cruzó con leve trote la inhóspita llanura

y marchó gozosa hacia las azules laderas

del Lambaré nativo. Al divisar sus pastos

quiso lanzar su largo rebuzno de Alegría...

Mas no pudo. Francisco de Asís, el de ojos castos,

al mirarle de lejos benigno sonreía.

Y vió entrar al pollino, dulce, humilde y sumiso,

a la querencia, como si entrara al Paraíso.

 

 

CURUPÍ

 

El viento se encrespa y canta y la selva se estremece;

la entraña vital del mundo se fecunda y fortalece.

 

Muestra la callada tierra sus firmes y erectos senos

en la comba de sus lúbricas colinas y en los amenos

 

cerros de mórbidas curvas; mientras la carne doliente

de los seres gime y brama, presa de un ardor furente.

 

El viento que pasa, denso de masculinos olores

y de perturbantes pólenes; los incógnitos clamores;

 

todo anuncia la presencia del demiurgo de la Vida

que curva e insufla el vientre de la doncella vencida,

 

que ampara el nido y la cuna, y cuyo espíritu brilla

en la simiente hecha planta que retorna a ser semilla.

 

¿Por qué la hierba se estremece y cruje, y la hoja canta,

y de la cósmica entraña del planeta se levanta

 

 

un ansia impura y genésica, que muerde al ser, y destella

en los ojos de la fierra y en el temblor de la estrella?

 

Es Curupí que se acerca, el genio inquieto y profundo

que va con su luengo falo por los caminos del mundo,

 

despertando el vitalismo de seres y cosas... Suerte

de resurrector de cuanto toca y destruye la muerte,

 

en el informe universo que no reposa un instante

él suscita la inquietud, la renovación constante,

 

el crecer, el movimiento; despierta la adolorida

ansiedad que martiriza las entrañas de la Vida;

 

enciende el áspero celo que pone a rugir a las fieras

y a gorjear a los pájaros; y hace que en las sementeras

 

el maizal se desperece y gima un canto sonoro

mientras maduran bajo ígneos soles las espigas de oro.

 

Con su luengo falo pasa, llama y bronce, Curupí.

Y hay un silencio de cópula en la selva guaraní.

 

 

 

ERA CUAL ROSA TODA ROSADA

 

Era cual rosa
toda rosada,
con blancos lirios
y alegres trinos
en la garganta.

¡Hoy está pálida!

Rayito blanco,
casi incoloro,
que juega solo
bajo los árboles
las frescas noches
llenas de luna.

¡Hoy está muda!

De su garganta
— buche vacío
de las palomas —
huyó el sonido
hacia las sombras.

 

¡La niña es bella
como un estrella!

Oyó en la siesta
toda de plata,
en la arboleda,
voz encantada.

— "¡Yacy Yateré!"

Ubicuo trino
sugestionante
del duendecillo.
Corrió a su alcance
la roca niña
cual en pos de
las golosinas.

—¡Yacy Yateré!"

Iba desnudo el liliput de rizos rubios y cetro de oro. Sus verdes ojos de sortilegio eran tan frescos como una flor.

—      "¡Yacy Yateré!"

Brindó a la niña
mieles de oro,
néctares rojos,
savias muy ricas
¡y un beso helado
sobre los labios!

¡Hoy está muda!

Era cual rosa
toda rosada,
con blancos lirios
y alegres trinos
en la garganta.

¡Hoy está pálida! 

 

 

 

    TEXTO EM PORTUGUÊS

Tradução de
AURÉLIO BUARQUE DE HOLANDA FERREIRA

 

 

O BURRICO QUE MORREU NO CHACO

Era um burrico jovem de preclara prosápia,
descendente de um jegue de Domingos de Irala.
Num róseo amanhecer, ante derruída taipa,
nasceu sob um ipê que se vestiu de gala

e sobre ele choveu as flores cor-de-rosa.
Como um seio se erguia o morro Lambaré
junto ao paterno rio de água meio verdosa.
A caipira de rôsto trigueiro e de ágil pé
olhou, passando, o recém-nado animalzinho,
com a boca de canções repleta, gorjeante
como o papo de uma ave ou o coração de um ninho.
O burrico cresceu, lindo como um cordeiro,
amigo dos guris e das moças bonitas.
Às vezes, de brinquedo, fazia-se grosseiro
e, com ar assustado e as orelhas caídas,
empacava, sem dar nem um passo adiante.
Não o teve Jesus como cavalgadura,
mas uma camponesa de mirada incitante,
na sua anca trepada, com cestos de verdura,
toucada de alvo manto, a cabeça morena,
vinha ao Mercado, cheio de vozes e mulheres,
de turcos e usurários, da cidade assuncena.

Que dia de alvoroço! Uma jovem burrinha
lhe havia despertado os desejos carnais,
e, indiferente à sua carga de galinhas,
de couve e de tomate, ele fez coisas tais
que as meninas ficaram todas ruborizadas
e os homens se sorriram, mui picarescamente.
Depois se arrependeu sua alma, envergonhada,
e o episódio brutal não lhe saiu da mente.
 

 Manda requisitá-lo um dia o Comissário.
 E o boato se espalhou: o asno mobilizado.
 Atroava a guerra atroz, e fez-se necessário
 mandá-lo ao Chaco. O bom burrico, emocionado,
 com um longo rebusnar despediu-se do morro
 de Lambaré, de sofrimento a alma oprimida.
 Muitas festas lhe fez um idoso cachorro
 e a "avozinha" beijou-lhe a testa, comovida.

O asno viveu a dura vida de acampamento:
transportava no lombo armas e munições,
os caminhos trilhou sem parar um momento,
sob o fogo do Sol, sob as constelações.
Uma noite, se enfiou por incerta picada,
entre bosques de sândalo e de ralos paus-santos,
pela terra lodosa da última chuvada.
Era o vasto, o total silêncio; nem o canto
das aves perturbava a noite nemorosa.
Fixo no pensamento o Lambaré nativo,
em meio à soldadesca sombria e silenciosa,
de súbito se pôs o asno meditativo.
Como para lançar ao vento sua tristeza,
espichando o pescoço, solta um zurro sonoro,
que à tropa fez parar, de ansiedade e surpresa,
e se elevou aos céus como um trágico choro.

Os guerreiros, alerta, ante o ornejar insólito
se atiraram ao chão. As balas assassinas
abateram, certeiras, o jegue melancólico,
que se extinguiu, com o pensamento na velhinha
do beijo, nas mocinhas morenas do Mercado,
no Lambaré, erguido tal como um seio ereto,
que nas tardes recorta sobre um céu amorado
a graça do seu cone arrogante e correto.
A doce alma do jegue deixou sua envoltura
sobre a lama salobra, a servir de trincheira,
cruzou a leve trote a inóspita planura
e, feliz, caminhou rumo às azuis ladeiras
do Lambaré nativo. Ao divisar seus pastos,
quis fazer ressoar um zurro de Alegria...

Mas não pôde. Francisco de Assis, o de olhos castos,
mirando-o lá de longe, benévolo sorria.
E viu o burrico entrar, doce, humilde e submisso,
na querência, tal qual se entrasse no Paraíso.
 

 

CURUPI

O vento se encrespa e canta, e a floresta se estremece;
a entranha vital do mundo se fecunda e fortalece.

Ostenta a calada Terra os seus seios aprumados
na crista de suas lúbricas colinas, nos delicados

cerros de mórbidas curvas, enquanto a carne dolente dos seres geme e rebrame, tomada de ardor furente.

O vento que passa, denso de masculinos odores
e de perturbantes pólens; os incógnitos clamores;

tudo anuncia a presença do demiurgo da Vida,
que insufla e recurva o ventre da donzela submetida,

ampara ninhos e berços, e cujo sopro se sente
na semente feita planta que retorna a ser semente.

Por que se estremece a erva, e frufulha, e a folha canta,
e das cósmicas entranhas do planeta se levanta

uma ânsia impura e genésica, que ao ser morde e se revela
no brilho do olhar da fera e no tremular da estrela?

É Curupi que se acerca, o génio inquieto e profundo que vai com o seu longo fálus pelos caminhos do mundo,

despertando o vitalismo de seres e coisas... Sorte
de ressurgidor de tudo quanto toca e estrui a morte,

no informe e inquieto universo, que não repousa um instante,
ele suscita a inquietude, a renovação constante,

 

o crescer, o movimento; e desperta a dolorida
ansiedade que tortura fundo as entranhas da Vida;

e acende o áspero cio que põe a rugir as feras
e os pássaros a gorjear; e faz que nas sementeiras

o milharal se espreguice c gema um canto sonoro
enquanto sob ígneos sóis madurece a espiga de ouro.

Com o seu longo fálus passa — chama e bronze — Curupi.
E há um silêncio de cópula na floresta guarani.
 

 

ERA QUAL ROSA TODA ROSADA

Era qual rosa
toda rosada,
com brancos lírios
e alegres trinos
na garganta.

Hoje está pálida!

Raiozinho alvo,
quase incolor,
que brinca só,
sob o arvoredo,
nas frescas noites
cheias de lua.

Hoje está muda!

Dessa garganta
— papo vazio
 das ternas pombas —
os sons fugiram,
buscando as sombras.

A criança é bela
como uma estrela!

Ouviu, na sesta
toda de prata,
entre o arvoredo,
voz encantada:

— "Yacy Yaterê!"

........................*
........................*
........................*
........................*
........................*
........................*
........................*
 

—"Yacy Yaterê!"

Ia desnudo
o liliput
de louros bucles
e cetro de ouro.
Seus verdes olhos
de sortilégio
eram tão frescos
como uma flor.

—"Yacy Yaterê!

Brindou à criança
dourados méis,
vermelhos néctares,
seivas mui ricas
—e um frio beijo
nos doces lábios!

Hoje está muda!

Era qual rosa toda
rosada, com brancos lírios
e alegres trinos na garganta!

Hoje está pálida!

 

♦Versos não traduzidos 

 

 

Página publicada em maio de 2018


 

 

 
 
 
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