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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Foto: http://rinconar.blogspot.com

 

JOAQUÍN ANTONIO PEÑALOSA

 

 

Joaquín Antonio Peñalosa Santillán (San Luis Potosí, San Luis Potosí, 9 de enero de 1922 - ibídem, 17 de noviembre de 1999) fue un sacerdote católico, escritor, catedrático y académico mexicano.

 

Realizó sus primeros estudios en su ciudad natal y luego se trasladó a la ciudad de México para proseguirlos en el colegio de los Misioneros del Espíritu Santo. De nueva cuenta en San Luis Potosí, ingresó al Seminario Conciliar. Se ordenó sacerdote en la Catedral de San Luis Potosí el 1 de noviembre de 1947. Estudió Letras en la Universidad Iberoamericana y obtuvo el doctorado en 1955. Ejerció la docencia en el Seminario Conciliar de San Luis Potosí, en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y en el Instituto Tecnológico de San Luis Potosí Fue el fundador de la parroquia de Nuestra Señora de la Anunciación, la cual se distingue por su estilo español y en forma de un circulo debido a su afición a la fiesta brava.

 

Colaboró en diversas revistas, entre ellas Lectura, Ábside, Señal, Sembradores, Orientación, La Familia, Humanitas, Letras Potosinas y Revista de la Semana. De 1948 a 1979 fue director de la revista Estilo. También escribió para los periódicos El Heraldo de San Luis Potosí, y El Universal.

Fue miembro del Seminario de Cultura Mexicana, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, de la Sociedad Folclórica de México, de la Academia Potosina de Artes y Ciencias, y miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua. Escribió más de noventa libros y más de tres mil artículos periodísticos. Murió en su ciudad natal el 17 de noviembre de 1999. Fuente: wikipedia

 

 

Poesía religiosa, pues, pero con la llaneza de lenguaje de la poesía del medio siglo. Se podría decir que con Peñalosa se aporta al grupo del 50 una elevación al asunto divino de su estilo literario: las mismas formas y técnicas poéticas y los mismos asuntos, pero en referencia a Dios. Cómo se conjugan poesía del 50 y poesía religiosa es parte de lo que pretendemos mostrar en este trabajo. Sin embargo, Peñalosa no es el único poeta que se dirige a Dios de modo sistemático en la Generación del 50, ni toda su poesía se puede considerar estrictamente religiosa, puesto que sus versos tratan de asuntos sociales, de problemas individuales, de bromas y juegos de palabras¿ Todo un universo poético que, unas veces más explícitamente que otras, está tratado según la moral católica, mas no por eso se debe decir que sea poesía religiosa.  FERNANDO ARREDONDO RAMÓN

 

 

Epitafios

 

1

 

De un puente

 

Fui el arco de triunfo

de un agua clara con sonido.

 

2

 

De una florecilla del campo

 

No fui sino una gota

de pintura amarilla entre la yerba

que no me dejó levantar cabeza.

 

3

 

De una rosa.

 

Peregrino,

detente ante la inmortalidad,

la rosa vive sin término

en las hojas del rosal

o en las hojas del poeta.

 

4

 

De la tarde

 

Acosté al sol dormilón,

levanté a la estrella con túnica

de jacintos y esmeraldas.

 

5

 

De un cirio

 

Me consumí

de tanto llorar

en este valle de lágrimas.

 

 

 

Epitáfios

 

1

 

De uma ponte

 

Fui o arco do triunfo

de uma água clara com o som.

 

2

 

De uma florzinha do campo

 

Não fui senão uma gota

de pintura amarela entre a erva

que não me deixou levantar a cabeça.

 

3

 

De uma rosa.

 

Peregrino,

detém-te ante a imortalidade,

a rosa vive sem final
nas folhas da roseira

ou nas folhas do poeta.

 

4

 

De tarde

 

Deitei o  sol dorminhoco,

levantei a estrela com túnica

de jacintos e esmeraldas.

 

5

 

De um cirio

 

Me consumí

de tanto chorar

neste vale de lágrimas.

 

 

(Traduzido por Antonio Miranda)

 

 

 

 

 

 

        CONSOLACIÓN POR EL BURRO MUERTO

       

        No era la leña ni el carbón ni una carga de rosas;
         era la muerte sobre su espalda sola.

        

         Venía por el caminho bebiéndose l aluna,
         por sus ojos pasaba uma alameda oscura
        
¡ era la carga última !

 

         El burro se murió, me lo dijeron ellos:
         los niños, los suspiros y los besos.

 

         Trajeron el alcohol, corrieron por el médico:
         el corazón soñaba, dijeron que había muerto.

 

         Dormido en yerba seca, dejádmelo em la yerba
         sin epitafio vano, ni enterro de primera.

 

         Que los pájaros verdes que trepaban su cuello
         lo miren tan dormido, que lo sigan durmiendo.

 

         Que el sol seque su carne y que la azote el viento;
         ramas tronchadas — los desabitados huesos —
         de un árbol blanco y viejo.

 

         Y que nadie pregunte si murió de vejez o de pena,
         ni reciban coronas, ni repartan esquelas.s
         Basta pra morir uma cruz y una estrella.

 

         Por el burrito blando de las Nueve Posadas,
         por el burrito negro del Domingo de Palmas,
         que los arrieros vayan a ensillar una estrella.
         ¡Dejádmelo que muera!

 

         ¡Ay, cómo nos pesa el mistério a las espaldas!
         ¡Somos leña de muerte y com la vida a cargas!
         Nos reclama la tierra.
         ¡Dejádmelo que muera!

 

         Y atemos sólo um llanto pequeno a sua orejas:
         del polvo muerto nacerá la primavera.

 

 

 

                   CONSOLAÇÃO AO BURRO MORTO

 

                Não era a lenha nem o carvão nem uma carga de rosas;
                   era sobre o seu lombo livre a morte.

 

                   Vinha pelo caminho bebendo a gosto a Lua,
                  por seus olhos passava uma alameda escura:
                   era sua carga última!

 

                   O burrinho morreu — disseram-me eles:
                   as crianças, os suspiros, mais os beijos.s

 

                  Trouxeram álcool e correram pelo médico;
                   o coração sonhava, disseram que morrera.

 

                   Na erva seca adormido, deixai-mo sobre a erva
                   sem epitáfio vão, nem enterro de primeira.

 

                   Que os passarinhos verdes que sobre ele pousavam
                   o mirem tão dormido, que dormindo o acompanham.

 

                   Seque o sol sua carne, e que os ventos a açoitem;
                   ramos partidos — os desabitados ossos —
                   de árvore branca e anosa.

E que ninguém pergunte se morreu de velhice ou de pena,
nem recebam coroas, nem avisos expeçam.

                   Basta, para morrer, uma cruz e uma estrela.

 

                   Pelo burrinho branco lá das Nove Pousadas,
                   pelo burrinho negro do Domingo de Palma,
                   que os arrieiros vão encilhar uma estrela.
                   Oh, deixai-mo morrer!

 

                  Ai, como nos pesa o mistério sobre os ombros!
                   Somos lenha de morte e com a vida aos montes!
                   Reclama-nos a terra.
                   Oh, deixai-mo morrer!

 

                  E atemos só um prantozinho às suas orelhas:
                   da poeira morta há de nascer a primavera.

 

         (Traduzido por Aurélio Buarque de Holanda Ferreira.)

 

 

Página publicada em maio de 2018


 

 

 
 
 
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