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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

MURVIN ANDINO JIMÉNEZ

Murvin Andino Jiménez (San Pedro Sula, 1979) estudia Letras en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula.

 

Ha obtenido los siguientes premios de Poesía:

Primer Lugar Premio Oscar Acosta (2001); Mención honorífïca Instituto Cultural Latinoamericano, Junín, Argentina (2001); 3er y 2do lugar en los Juegos Florales de Santa Rosa de Copán en los anos 2006 y 2008, respectivamente.

 

TEXTOS EN ESPAÑOL     /       TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

NADIE TERMINA SU CANCIÓN

         ni vive lento para hacer del mal una criatura mitológica.
         Nadie vuelve a conspirar
         con el salvaje grito de su sombra
         ni se derrumba como una torre antigua
         de intuitivas preguntas.
         Nadie acorta el grito
         ni su máquina de tempo
         que persiste como una herida para andar su soledad.
         Nadie intenta el amor
         ni sus abismos o esos láguidos murmullos
         por borrar tropiezos y diagramas.
         Busco un caminho,
         algo que acorte el alarido de batallas anteriores.
         Busco el espacio donde aguardan
         los hijos infinitos de la muerte
         e intento no caer de nuevo en ese vicio de creer,
         de acostumbrarme,
         de llorar,
         de morir.

 

ANDINO JIMÉNEZ, MurvinLa isla dividida. San Pedro Sula, Honduras: Guancasco Editorial, s.f.  ISBN 978-99926-857-1-2  Tiraje: 200 ejemplares.

 

Ritual

 

Un hombre acude limpio a su ritual de muerte.

El marinero que peleó alto en las batallas de la vida

cumple su promesa de la eternidad

y asiste a su angosta marcha en la península infinita de la noche.

Allí la luz resiste leve en los reflejos,

se acoge el fuego primitivo de los dioses,

se resuelven los barcos nómadas de la lluvia

y la antigua espuma plena

que nos fue negando la memoria.

El mar abraza todo,

el hombre se divide en estaciones y tragedias.

El agua inagotable obliga al vértigo común del horizonte.

Todas las islas son sagradas.

La distancia aclama un cuerpo

que se afianza inerme al infinito.

El hombre que anduvo la sangre última

y acortó los caminos eclipsados de la infancia violenta,

dobla su figura de ardor y fiebre para consagrarse,

se destierra al miedo

desde esa tormenta de tiempo y viento que silencia la

vida.

Concluye el fuego milenario,

el pertinaz incendio anuncia el vuelo letal del albatroz

             

De
CORRAL DE LOCOS
San Pedro Sula, Honduras: Mimalapalabra editores, 2009

 

Canción triste

 

De este lado la vida es breve y trastornada,

es delirio, es andar con la esperanza a cuestas

susurrando besos.

De este lado la locura muerde,

tiene cara de mujer, de niño,

de hombre muerto.

De acá en adelante estás viejo, lento,

preparado para no volver.

Ya escribiste y amaste tu locura.

Aguanta el frío cruel, el destino,

las cosas que no podrás olvidar,

los reflejos que te hiciste con llanto.

Olvida tu proceder en el amor,

tu lugar de silencios perdidos,

tu leve medianoche violenta.

Después, aun de este lado, aún breve,

crece, olvida, nadie es nadie para no quererte,

para no escuchar tu canción triste.

 

 

Alguien encendera las luces

 

Alguien encendera las luces,

cortará mis venas, cerrará la puerta.

Mi mejor mentira, mi dulce odio.

Alguien como la lluvia,

con furia en los huesos y pasión desenfrenada.

Sangre por sangre será la consigna,

y en cada grito el dolor por esperanza.

Alguien encenderá las luces,

después de mí y hasta el día del juicio,

para borrar la soledad o para no volver,

sin nada más que odio en la mente,

apenas una mano al final, lejana y olvidada. 

 

Antonio Miranda e Murvin Andino Jiménez en el Festival Internacional de Poesía de Pereira,
Colombia, en agosto de 2009.

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TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda

CANÇÃO TRISTE

Deste lado a vida é breve e transtornada,
é delírio, é andar com a esperança à costa,
sussurrando beijos.
Deste lado a loucura morde,
tem cara de mulher, de criança,
de homem morto.
Daqui pra frente estás velho, lento,
preparado para não regressar.
Já escreveste e amaste tua loucura.
Aguarda o frio cruel, o destino,
as coisas que não poderás olvidar;
os reflexos que fizeste com o pranto.
Esqueça teu proceder no amor,
teu lugar de silêncios perdidos,
tua leve meia-noite violenta.
Depois, ainda deste lado, ainda breve,
cresce, esqueça, ninguém é ninguém para não querer-te,
para não escutar tua canção triste.


ALGUÉM ACENDERÁ AS LUZES

Alguém acenderá as luzes,
cortará minhas veias, fechará a porta.
Minha melhor mentira, meu doce ódio.
Alguém acenderá as luzes,
depois de mim e até o dia do juízo final
para apagar a solidão ou para não voltar,
sem nada mais que ódio na mente,
apenas a mão afinal, distante e esquecida.


 O outro mineral

Nas sombras da costa violenta,
ancorado às cinzas da eternidade,
o mineral cresce ainda acorrentado ao seu marítimo
                                                           engano.
Inundado pelo sórdido murmúrio,
quase infame em seu estigma imaterial,
cumpre o ciclo do inalterável,
seu último elo de fogo e de cinza
que fundiu a terra em seu amargo frenesi.
No profundo, híbrido molecular das estrelas,
gestando tempestades e diafragmas,
o outro animal náutico se aglomera
e todos os mares clamam, as ilhas voltam de seu ciclo
imaginário,
os barcos tristes da madrugada se renovam
com o vento estival desse farol paralelo,
que clama a fúria.
Nada é secreto.
A água viva escarva na memória
e como um peixe ferido, o homem nada em seu abandono,
destrói a voz de sua inocência,
a cúspide maligna de seu nome.
Cidades infinitas e inconclusas,
melancólicas vitrines de agonia,
terraços infinitos onde o mineral se desvanece.

 

NINGUÉM TERMINA SUA CANÇÃO

         nem vive lento para fazer do mal uma criatura mitológica.
         Ninguém volta a conspirar
         com o selvagem grito de sua sombra,
         nem se desmorona como uma torre antiga
         de intuitivas perguntas.
         Ninguém encurta o grito
         nem sua máquina de tempo
         que persiste como uma ferida para mover sua solidão.
         Ninguém tenta o amor
         nem seus abismos ou esses lânguidos murmúrios
         para apagar tropeços e diagramas.
         Busco um caminho,
         algo que encurta o alarido de batalhas anteriores.
         Busco o espaço onde aguardam
         os filhos infinitos da morte
         e tento não cair outra vez nesse vício de crer,
         de acostumar-me,
         de chorar, de morrer.

 

                    (Trad. de Antonio Miranda)

 

Página publicada em setembro de 2009; página ampliada e republicada em agosto de 2015. Ampliada em fevereiro de 2017.

 

 


 

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