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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

POESÍA ESPAÑOLA
Coordinación AURORA CUEVAS CERVERÓ
Universidad Complutense de Madrid

 

Foto y biografía: wikipedia

 

 

CARLOS BARRAL

 

 

Carlos Barral y Agesta (Barcelona2 de junio de 1928-ibídem12 de diciembre de 1989) fue un poetamemorialistaeditor y senador español.

 

Licenciado en derecho por la Universidad de Barcelona en 1950, se le encuadra en el grupo de poetas catalanes en castellano de la generación literaria de los 50, dada a conocer por José Batlló en su Antología de la nueva poesía española (1968), junto con otros catalanes como Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo o Pere Gimferrer. Casado con Yvonne Hortet, hija de la alta burguesía barcelonesa, tuvieron cinco hijos (la traductora, ilustradora y empresaria Dánae Barral, el escultor Darío Barral, Marco, Alexis e Yvonne). Su vida estuvo fuertemente ligada al mar y a la localidad costera tarraconense de Calafell, donde residía largas temporadas.

 

Editor

Al asumir la jefatura de la editorial Seix Barral, empresa familiar de libros de texto fundada por sus padres en 1911, le imprimió una nueva dirección como referencia literaria entre España y América, editando clásicos de la cultura progresista de los cincuenta, sesenta y setenta. Creó un premio de edición a escala internacional, el "Formentor", además del Biblioteca Breve y el premio Barral de novela. Se le considera uno de los artífices del boom latinoamericano por dar a conocer a autores como Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique o Julio Cortázar.

 

Político

En el plano político, llegó a senador por Tarragona en 1982 y parlamentario europeo por el PSC-PSOE. Falleció en Barcelona en 1989, en Calafell se encuentra una casa-museo en su memoria.

 

 

Lírica

Las aguas reiteradas (1952); Metropolitano (1957); Diecinueve figuras de mi historia civil (1961); Usuras (1965); Figuración y fuga (1966); Informe personal sobre el alba (1970); Usuras y figuraciones (1973); Lecciones de cosas: Veinte poemas para el nieto Malcolm (1986); Antología poética (1989); Poesía completa (1998).

 

 

TEXTO EN ESPAÑOL  -  TEXTO EM PORTUGUÊS

 

 

 

LA DAME A LA LICORNE

Estudio de ademanes

 

A una muchacha desnuda de medio
cuerpo, que, creyéndose sola, se
quita los blue-jeans junto a una bicicleta.

 

 

Oriente ensortijado,
rojo vellón flamante, con qué pausa
de sol en hebras nace entre dos ramas
aún nocturnas de azules indecisos

 

y crespa luz guardada

-venus naciendo nueva de la sarga—

a las puntas saladas y a los labios

incrustados de arena cristalina

promete otra figura

sobre la piel erguida y sobre el mismo

tostado de las dunas

—las sedas suntuosas de la piedra molida—
y el lienzo inquieto de la mar,

                                 espejo

que te revela como tú te admiras.

 

El duro lomo y las costillas finas
del animal mecánico se aquietan,
se pliegan a la tierra que te empuña,
un instante increíble, cuando avanzas

los hombros

y doblas la rodilla levemente

y el cabello te ciega como una luz espesa

y vagan las dos manos

abriéndose...

 

... Desnudas espléndida la gloria de este sitio, los sueños solitarios —cada hombre, repetido por siglos, que arribaba a este arenal desierto —las miradas turbias de sol, con sed, desde los párpados de cada olivo centenario...

 

Oh pura, instantánea, tanto

y tan llena de ti

que el silencio te observa y aún no suenan

por qué milagro alrededor los golpes

a intervalos detrás del tamarindo

ni el gemido del tren y nada sabes

de la mano crispada o del hierro invisible

ni escuchas el reseco zumbido de los cables

ni el rumor trepanante de la excavadora.

El ruido de un motor

inútilmente acelerado

golpea como un látigo tu espalda,

oh sorda como el árbol, y ahora crece

 

los hombros

y doblas la rodilla levemente

y el cabello te ciega como una luz espesa

y vagan las dos manos

abriéndose...

 

                ... Desnudas
espléndida la gloria de este sitio,
los sueños solitarios —cada hombre,
repetido por siglos, que arribaba
a este arenal desierto —las miradas
turbias de sol, con sed, desde los párpados
de cada olivo centenario...

 

Oh pura, instantánea,
tanto

y tan llena de ti

que el silencio te observa y aún no suenan

por qué milagro alrededor los golpes

a intervalos detrás del tamarindo

ni el gemido del tren y nada sabes

de la mano crispada o del hierro invisible

ni escuchas el reseco zumbido de los cables

ni el rumor trepanante de la excavadora.

El ruido de un motor

inútilmente acelerado

golpea como un látigo tu espalda,

oh sorda como el árbol, y ahora crece

como una zarza junto a ti y te acusa
y se encoge en tu cuerpo la hermosura
y un gran manto de ojos
transparente te cubre mientras dudas.

 

        (Pero yo creo en ti, oh cuerpo
joven, fortaleza del alma,
y negaré en tu nombre, quiero
verte prevalecer)

 

Oh rompe

con gesto descuidado las redes que te tienden,

sacude el aire impuro,

oh rosa en lo secreto y ahora obscena

que los ojos golpean o las pausas del ruido,

oh poder, camina indiferente,

amante desarmada, porque es tu desafío

a las sucias aceras de tu ciudad horrible,

y a lo largo del aire sorprendido,

de espacio violado, te reflejas

en las anchas vitrinas de instrumentos calmantes.

 

        (Desnuda frente a un muro de ataúdes eléctricos
recoges una concha seguramente rota)

 

O renuncia y corrómpenos. Recoge
precipitada el pantalón crujiente
y póntelo y la blusa de colores

Y toma por los cuernos al animal sumiso

y pisa el polvo de tu gloria.

                                Entonces

oscuros y dañinos, detrás de cada duna,

saldremos a mirarte

y el pico que no viste se detendrá un instante

y esa máquina negra que de nuevo

ronca.

 

Y alguno desde lejos, indeciso,

te saldrá al paso, amenazándote

como si nunca hubieras sido

                                         nadie.

 

 

TEXTO EM PORTUGUÊS
Tradução: Antonio Miranda

 

 

A DAMA À UNICORNIO

Estudo de gestos

 

       A uma jovem desnuda de meio
corpo que, pensando estar sozinha,
tira o jeans azul junto da bicicleta

 

Oriente almofadado

 
 

        véu vermelho flamante, com que pausa
de sol em fios nasce entre dois ramos
ainda noturno de azuis indecisos

e crespa luz guardada
— vênus nascendo nova da sarja —
as extremidades salgadas e os lábios
embutidos de areia cristalina
promete outra figura
sobre a pele erguida e sobre o mesmo
tostado das dunas
— as sedas suntuosas de pedra moída —
e o lenço inquieto do mar,
espelho
que revela como tu te admiras.

 

        A dura lombada e as costelas finas
do animal mecânico se aquietam,
se dobram incrível, quando avanças
os ombros
e dobras os joelhos levemente
e o cabelo te cega com uma luz espessa
e vagam as duas mãos
abrindo-se...


... Desnudas
esplêndida a glória deste lugar,
os sonhos solitários — cada homem,
repetido por séculos, que chegava
a este areal deserto — as miradas
turvadas pelo sol, com sede, desde as pálpebras
de cada oliveira centenária...

Oh pura, instantânea,
tanto
e tão repleta de ti
que o silêncio te observa e ainda não soam
por que milagre arredor os golpes
a intervalos detrás do tamarindo
nem o gemido do trem e nada sabes
da mão crispada ou do ferro invisível
nem escutas o seco zumbido dos fios
nem o rumor invasor da escavadora.
O ruído de um motor
inutilmente acelerado
golpeia com um látego tuas costas,
oh surda como a árvore, e agora cresce
como uma amora junto a ti e te acusa
e se encolhe em teu corpo a formosura
e um grande manto de olhos
transparente de cobre enquanto duvidas.

(Mas eu creio em ti, ó corpo
jovem, fortaleza da alma,
e negarei em tu nome, quero
ver-te prevalecer)

Ó rompe
com gesto descuidado as redes que te sustentam,
sacode o ar impuro,
ó rosa no secreto e agora obscena
que os olhos golpeiam ou as pausas do ruído,
ó poder, caminha indiferente,
amante desarmada, porque é o teu desafio
às sujas calçadas de tua cidade horrível,
e durante o a surpreso,
de espaço violado, refletes
nas largas vitrines de instrumentos calmantes.

(Desnuda frente a um muro de ataúdes elétricos
recolhes uma concha certamente rota)

Ou renuncia e corrompe-nos. Recolhe
precipitada as calças crocantes
e vista-as e a blusa colorida
e toma pelos chifres o animal submisso
e pisa o pó de tua glória.
Então
escuros e daninhos, detrás de cada duna,
sairemos a te mirar
e o bico que não viste vai deter-se um instante
e essa máquina negra de novo
ronca.
E alguém de longe, indeciso,
vai surgir, ameaçando-te
como se nunca houvesses sido
alguém.

 

 

 

 

 

Poesia erótica

Página publicada em janeiro de 2020

 

  


 

 


 

 

 
 
 
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