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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



MARIA MERCEDES CARRANZA

María Mercedes Carranza nació en Bogotá el día 24 de mayo de 1945. Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de los Andes. Falleció en Bogotá el viernes 11 de julio de 2003. Periodista. Trabajó en los periódicos EL SIGLO y EL PUEBLO, dirigiendo las páginas literarias Vanguardia y Estravagario, respectivamente. Se desempeñó durante trece años como jefe de redacción de la revista NUEVA FRONTERA. Escribía la información sobre libros de la revista SEMANA.

Desde 1986 dirigió la Casa de Poesía Silva en Bogotá. Fue miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.

Libros de poesía publicados: Vainas y otros poemas (1972), Tengo miedo (1983), Hola, soledad (1987), El canto de las moscas (1997), Maneras de desamor (1993).

Otros libros publicados: Estravagario (selección de cuentos) 1976; Nueva poesía colombiana (antología) 1972; Siete cuentistas jóvenes (antología) 1972; Antología de la poesía infantil colombiana (1982); Carranza por Carranza (antología y texto crítico de la poesía de su padre Eduardo Carranza) 1985.
Fuente de la biografia: http://es.geocities.com/beatriz_luna/acarranza.htm  


ELEGIA

 

Caminaba mirando el cielo

y me fui de narices.

Ahora echo sangre por todas partes:

las rodillas, el aire, los recuerdos:

mi falda se desgarró

y perdí los aretes, la razón.

¿No hay en el alma

una manera otra

de vivir un desamor?

 

 

MUESTRA LAS VIRTUDES DEL AMOR VEREADERO Y CONFIESA AL AMADO LOS AFECTOS VARIOS DE SU CORAZÕN.

 

Hoy pienso especialmente en ti

y veo que ese amor carece de desmayos,

de ojos aterciopelados

y demàs gestos admirables.

Ese amor no se hace como la primavera

a punta de capullos

y gorjeos. Se hace cada dìa

con el cepillo de dientes por la mañana,

el pescado frito en la cocina

y los sudores por la noche.

Se vive poco a poco ese amor

entre tanto plato sucio, detràs del cotidiano

montòn de ropa para planchar,

con gritos de niños y cuenta de mercado,

las cremas en la cara

y los bombillos que no funcionan.

Y otra cosa: cada tarde te quiero màs.

 

 

LAS MANOS AMADAS

 

Manos sabias:

dedos que han oído

y en la oscuridad han visto.

Manos que llevan en su memoria

carnes destruidas ya por el olvido

y en las uñas

ese vago temor a la barbarie.

Manos que van de palabra

a labio, a instante

en que los dedos desordenan

infiernos y gestos y venas.

Piel cómplice o mezcla de sangres

cuando roza el centro de suave paloma.

Manos que también dicen adiós.

 

 

MALDICIÓN

 

Te perseguiré por los siglos de los siglos.

No dejaré piedra sin remover

Ni mis ojos horizonte sin mirar.

 

Dondequiera que mi voz hable

Llegará sin perdón a tu oído

Y mis pasos estarán siempre

Dentro del laberinto que tracen los tuyos.

 

Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos,

Resucitarán los muertos y volverán a morir

Y allí donde tú estés:

Polvo, luna, nada, te he de encontrar

 

 

SOLO ANTE EL PELIGRO

 

Para hablar de ti no sirve un poema.
Tal vez una vieja canción del Oeste,
Una canción que diga de aquel hombre solo
Que va por el mundo
Jugando a los vaqueros. Una canción
Que recuerde las ciudades
Que el hombre lleva en la memoria,
Donde siempre hubo un duelo,
Un bar y una mujer. Una canción
Que hable de los largos caminos
Que nunca acaban
Y el hombre en su caballo
Hacia cualquier parte.
Nadie sabe su nombre porque así
Lo quiso él, aunque, con frecuencia,
En las noches luminosas
El hombre eche de menos una palabra
Tierna y tal vez llore.
Una canción que diga de la mujer
Que en cada pueblo deja,
Sentada en la barra de una cantina,
Recordando al hombre
Y sus borracheras de matón
Y sus agresivos momentos de soledad
Y sus monólogos agrios con fantasmas
Y su tierna intimidad al amanecer
Y su incontenible
ansiedad
Por sentir el pie en el estribo, nuevamente.
Una canción que hable de ti, Juan.

 

 

LA PATRIA

 

Esta casa de espesas paredes coloniales

y un patio de azaleas muy decimonónico

hace varios siglos que se viene abajo.

Como si nada las personas van y vienen

por las habitaciones en ruina,

hacen el amor, bailan, escriben cartas.

A menudo silban balas o es tal vez el viento

que silba a través del techo desfondado.

En esta casa los vivos duermen con los muertos,

imitan sus costumbres, repiten sus gestos

y cuando cantan, cantan sus fracasos.

Todo es ruina en esta casa,

están en ruina el abrazo y la música,

el destino, cada mañana, la risa son ruina;

las lágrimas, el silencio, los sueños.

Las ventanas muestran paisajes destruidos,

carne y ceniza se confunden en las caras,

en las bocas las palabras se revuelven con miedo.

En esta casa todos estamos enterrados vivos. 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS

Tradução de Antonio Miranda

            ELEGÍA

                Caminhava mirando o céu

E dei com as ventas.

Agora jorro sangue por toda parte:

Os joelhos, o ar, as lembranças;

Minha saia desprendeu-se

E perdi os brincos, a razão.

Não existe na alma

Alguma outra maneira

De viver um desamor?

 

 

MOSTRA AS VIRTUDES DO AMOR VERDADEIRO

E CONFESSA AO AMADO OS VÁRIOS  AFETOS DO CORAÇÃO

 

Hoje penso especialmente em ti

e vejo que esse amor carece de desmaios

de olhos aveludados

e demais gestos admiráveis.

Esse amor não se faz como a primavera

Na ponta de botões

e gorjeios.  Se faz a cada dia

com a escova de dentes pela manhã,

o peixe frito na cozinha

e com os suores da noite.

Se vivo pouco a pouco esse amor

entretanto prato sujo

montão de roupa para passar,

com gritos de crianças e contas do armazém,

cremes no rosto

e as lâmpadas que se queimam.

E outra coisa: a cada manhã te amo mais.

 

 

MALDIÇÃO

 

Vou te perseguir pelos séculos dos séculos.

 

Não deixarei pedra sem mover.

Nem meus olhos horizontes sem mirar.

 

Onde queira que minha voz fale

Levará sem perdão ao teu ouvido

E meus passos estarão sempre

Dentro do labirinto que tracem os seus.

 

Sucederão milhares de amanheceres e de ocasos

Ressuscitarão os mortos e voltarão a morrer

E ali onde tu estejas:

Pó, lua, nada, hei de te encontrar.

 

 

SÓ DIANTE DO PERIGO

 

Para falar de ti não basta um poema.

Talvez uma velha canção do Oeste,

uma canção que fale daquele homem só

que vai pelo mundo

brincando de vaqueiro.  Uma canção

que lembre as cidades

que o homem carrega na memória,

onde sempre houve um dolo,

um bar e uma mulher. Uma canção

que fale dos longos caminhos

que nunca acabam

e o homem em seu cavalo

indo a toda parte.

Ninguém sabe seu nome porque assim

ele quis, embora, com freqüência,

nas noites luminosas

o homem desdenhe uma palavra

terna e talvez chore.

Uma canção que diga à mulher

que deixa em cada lugar,

sentada na barra de um bar,

lembrando do homem

e seus porres de montão

e seus agressivos momentos de solidão

e seus monólogos álacres com fantasmas

e sua doce intimidade das manhãs

e sua incontrolável ansiedade

de sentir o pé no estribo, novamente.

Uma canção que fale de ti, Juan.

 

 

A PÁTRIA

 

Esta casa de espessas paredes coloniais

e um pátio de azaléias muito século dezenove

há vários séculos se desmorona.

Indiferentes as pessoas vão e vêm

pelos quartos em ruína,

fazem o amor, dançam, escrevem cartas.

 

Amiúde silvam balas ou talvez o vento

assovia através do teto destelhado.

Nesta casa os vivos dormem com os mortos,

imitam seus hábitos, repetem seus gestos

e quando cantam, cantam seus fracassos.

 

Tudo é ruína nesta casa,

estão em ruína o abraço e a música,

o destino, cada manhã, o riso são ruína,

as lágrimas, o silêncio, os sonhos.

 

As janelas mostram paisagens destruídas,

carne e cinza se confundem nos semblantes,

nas bocas as palavras se mexem com medo.

Nesta casa estamos todos enterrados vivos.

 

 

               

Página publicada em julho de 2008




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