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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

GABRIEL JAIME FRANCO

 

 

ació en Medellín, Colombia, en 1956. Es miembro del consejo de redacción de la revista Prometeo y del equipo organizador del Festival Internacional de Poesía de Medellín.

Ha publicado los libros En la ruta del día (Ediciones Otras Palabras, 1989); La tierra de la sal (Colección de Poesía Prometeo, serie Hipnos, 1994); Reaprendizaje del alfabeto (Premio Nacional de Poesía Fuego en las Palabras, en 1997) y La tierra memorable, (Universidad Nacional de Colombia, 2006).

En 2004 gana la Beca Nacional del Ministerio de Cultura con 1 proyecto Las voces escondidas, y en 2006 la de la Alcaldía de Medellín con el proyecto Diario del incierto, libro que permanece inédito. Ha sido incluido en las antologías Cinco poetas jóvenes; Disidencia del limbo; Conozcámonos mejor (Brasil-Colombia); Postal fin de siglo y Quién es quién en la poesía colombiana.

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL  -  TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

ANTOLOGÍA 5to. FESTIVAL MUNDIAL  2008. Homenaje a Gustavo Pereira.   África / América / Ásia / Europa / Oceanía.  Caracas, Venezuela: Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, 2009.  372 p.  15,5x20 cm. "5º. Festival Mundial de Poesía".   ISBN 978-980-214-221-7   Ej. bibl. Antonio Miranda

 

 

TRES

(fragmento)

Sentir, es magnífico; Escribir, exultante; Habitar, lo sumo;  
Pero, ¿dónde está el lugar aplacado, el sitio de reunión,

                                           el punto del encuentro solvente?

                                                               Rafael Cadenas

I

Cuánta muerte interior en la juventud viva, edad

 

 

de los deicidios,

 

pues eran las muertes y las muertes interiores, y las ideas muertas

dejando su lugar a ideas prontamente muertas,

y a los deicidios seguía la pugna de dioses efímeros y altivos,

mas era tanto el desconcierto que enarbolábamos heráldicas,

todo desistiría a nuestro paso, pensábamos, a los lados del sendero iría, sentina, escoria,

baba de los dioses muertos,

y altivos íbamos, soberbios,
poniendo la mortaja a los días de la infancia,
anteponiendo dioses que creíamos altos

y amábamos, amábamos, quién lo duda,

pero amábamos qué!

¿de repente qué,

acceder cómo,
cómo mirar los escombros,
cómo cantar?

Mas cantábamos, cantábamos en medio de los muertos.

 

Erguidos, erguidos íbamos

sobre el fondo de nuestra tenebrosa gratuidad.

 

II

Pues a la infancia le siguieron las grandes escisiones:

la cercanía de la muerte,

el brutal hallazgo del amor,

la aparición de nuevos miedos y de nuevas distancias,

el alejamiento de los dioses,

 

la herida indeleble de su vacío.

 

Porque a la infancia también de las grandes protecciones y   
[confianzas,
de las grandes dimensiones míticas,

 

le siguió el encuentro de un país en manos de la muerte.

 

III

Y es que un día supimos,
mientras íbamos a la búsqueda de dioses más benévolos, que también nosotros éramos hijos de la guerra,

que nuestros padres habían escapado de la muerte
en una noche oscura,
extensa de pájaros de sombra,

que su duro aprendizaje fue la huida,
el aplazamiento y el desplazamiento de la esperanza.

Supimos que habían huido protegiendo a sus cachorros, abandonando sus cotos de caza, los campos roturados,

con el corazón a punto de estallar
y el vientre oprimido por el miedo,

sin porvenir, des-olados,

sin tiempo y perseguidos por la muerte.

Y vimos las cruces anónimas,

  las decapitaciones,

                                los empalamientos,

                        las migraciones,

las aguas míticas enlodadas de muertos,

los campos en los que habría transcurrido nuestra infancia,

cultivados por la muerte.

 

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução: ANTONIO MIRANDA

 

 

 

 

         T R Ê S
(fragmento)

Sentir, é magnífico; Escrever exultante; Habitar, o máximo;

                   Mas, onde está o espaço tranquilo, o lugar de reunião,
o ponto de encontro solvente?
                 RAFAEL CADENAS

  

         I

Quanta morte interior na juventude viva,

         idade dos deicídios,

pois eram as mortes e as mortes interiores,
e as ideias mortas
deixando seu lugar as ideias já mortas,

e aos deicídios seguia a pugna de deuses efêmeros e altivos,

mas era tal o desconcerto que içávamos heráldicas,

 

tudo desistiria quando passávamos, pensávamos,
pelos lados do caminho iria, cloaca, escória,

baba dos deuses mortos,

e íamos altivos, soberbos,
colocando a mortalha nos dias da infância
antepondo deuses que julgávamos nas alturas

 

e amávamos, amávamos, quem duvida,

mas amávamos o quê!

 

de repente, o quê?

 

                                      acessar como?,
como olhar os escombros?,
como cantar?

Mas cantávamos, cantávamos entre os mortos.

Erguidos, erguidos íamos
pelo fundo de nossa tenebrosa gratuidade.

II

 

Pois na infância seguiram as grandes dissidências:

a proximidade da morte,

a brutal descoberta do amor,

a aparição de novos medos e novas distâncias,

o distanciamento dos deuses.

a ferida indelével de seu vazio.



Porque a infância também das grandes proteções e confianças,

das grandes dimensões míticas.


seguiu o encontro de um país nas mãos da morte.


III

 

E é que um dia soubemos,
enquanto a busca de deuses mais benévolos,
que também nós éramos filhos da guerra,

que nossos pais haviam escapado da morte
numa noite escura,
extensa de pássaros de sombra,
que sua dura aprendizagem foi a fuga,
a demora e delonga da esperança.

Soubemos que haviam ido protegendo os seus cães,
abandonando seus cotos de caça, os campos de ruptura,

com o coração a ponto de rebentar
e o ventre oprimido pelo medo,

sem porvir, des-olados,

sem tempo e perseguidos pela morte.

E vimos as cruzes anônimas,

as decapitações,

as empalações,

as migrações,

as águas míticas enlodadas de mortos,

os campos em que teria transcorrido nossa infância,

cultivados pela morte.

 

 

 

 

 

Página publicada em abril de 2020





 








 

 

 
 
 
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