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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ARTURO CAMACHO RAMIREZ

 

escritor, poeta y periodista colombiano, nacido en Ibagué el 28 de octubre de 1910, murió en Bogotá el 24 de octubre de 1982. Desde los dos años de edad vivió en Bogotá en casa de una anciana llamada Euclides. Cursó sus estudios de primaria y bachillerato en el Colegio de la Presentación y el Instituto de la Salle. Inició la carrera de Derecho en la Universidad Nacional de Colombia, su actividad principal en la vida, con la que combinó con labores en publicidad, periodismo, cargos administrativos y diplomáticos.

Su producción poética comenzó con Espejo de Naufragios en el año de 1935, poco antes de conformarse el grupo "Piedra y Cielo", integrado por Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Gerardo Valencia, Carlos Martín y Tomás Vargas Osorio, tempranamente fallecido.

 

En 1939 fueron publicados Presagio de amor -tercera entrega de los Cuadernos de Piedra y Cielo- y Cándida inerte. Por la misma época viajó a La Guajira, donde ocupó los cargos de Secretario de Juzgado y Comisario encargado, y donde conoció a Olga Castaño Castillo quien, siete años después, se convirtió en su esposa, compañera e inspiración durante el resto de su vida. A ella le dedicó, en 1943, la obra de teatro Luna de Arena, con escenario en La Guajira, representada en diferentes ocasiones en la Radiodifusora Nacional, el Teatro Colón y la televisión colombiana.

 

En 1945 publicó la Oda a Carlos Baudelaire y desempeñó su primer cargo diplomático fuera del país, como Secretario de la Legación colombiana en La Paz, Bolivia. Al regresar a Colombia ocupó varios cargos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, se desempeñó como periodista y columnista en los diarios El Espectador y El Espacio, y entre 1954 y 1964 dirigió y condujo el programa radial ¿Cuál es su Hobby? en la emisora HJCK.

 

Su personalidad bohemia y festiva le granjeó muchísimos amigos en todas las latitudes, que aún recuerdan su humor chispeante, sus parodias poéticas, su rapidez de repuesta, su dominio del idioma y su sonora carcajada, que hizo un dúo inolvidable con las del poeta Julio Barrenechea, embajador de Chile, con quien tuvo una verdadera hermandad de bohemia, literatura y afecto mutuos. También perteneció a la famosa tertulia del Café Automático, junto con León de Greiff, Hernando Téllez, Hernán Merino, Ricardo Arbeláez Sarmiento y muchos otros que animaron la tarde bogotana con debates literarios, poesía a flor de piel, gracia permanente e irreverencia ante la pompa y la vanidad.

En 1962 publicó La vida pública -edición cerrada de 300 ejemplares-, y en 1964, Límites del hombre, que incluyó poemas inéditos, y nuevamente Presagio de amor y Cándida inerte.En 1969 fue representante cultural en la Embajada ante la Unesco en París. Allí se reencontró con Pablo Neruda, con quien tenía ya una amistad de varios años, y con él compartió la celebración del Premio Nobel, en compañía del también colombiano Gabriel García Márquez, quien lo obtendría años después, el argentino Julio Cortázar, el chileno Jorge Edwards, su traductor Jean Marcenac y su amigo del alma Louis Aragón.

 

Fruto de su paso por París es Carrera de la vida, publicado en 1976, en el que se nota un giro en su poesía, particularmente en el poema que da título al libro, resaltado en el prólogo por Pablo Neruda como un poema "tan delantero y orbital que su gracia nos estimula y su verdad nos derrota: ese poema es un triunfo".

Arturo Camacho Ramírez murió en Bogotá el 24 de octubre de 1982. En 1986 Procultura editó las obras completas de Camacho Ramírez. Son dos tomos que recogen, además de las obras mencionadas, su última producción, Asuntos del extasiado. Por otra parte, en diciembre de 2004 se recopiló en una edición del sello Aguilar la colección de sus entrevistas a los protagonistas de la década del 50, que realizó en el programa titulado ¿Cuál es su Hobby? de la HJCK.  Fuente: wikipedia

 

 

TEXTOS EM ESPAÑOL   -   TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

POEMAS DE COLOMBIA – ANTOLOGÍA DE LA ACADEMIA COLOMBIANAPrologo y epilogo de Felix Restrepo S.J.  Edición y notas biográficas de Carlos Lopez Narvaez.  Medellín: Editorial Bedout, 1959.  623 p.  16x23 cm.  capa dura.

 

 

ODA A CARLOS BAUDELAIRE

 

  1. ESPACIO

 (El aire solamente)

 

Dormía el rostro azul, la nieve oscura,
la furiosa neblina de la noche,
el río de caderas moribundas,
el aire de voz fría.

 

Dormía, sí, dormia el viento duro,
rostro boreal, al filo de la fiebre,
la calle sola y el farol sediento
y el aire de repente.

Y los puentes tirados sobre el agua,
y una mujer a proa de la muerte,
sus cabelos a punto de extinguirse
y el aire casi verde.

 

Un perro sin ladrido conocido,
una manera de mirar sin verse,
una luz de taberna acuchilada
y el aire siempre.

 

Un paseante, frente a un domicilio,
manchado por dos gritos divergentes:
entre los partos y las punhaladas
el aire vive y muere.

 

El aire nauseabundo de los puertos,
entre aroma de viaje y miel terrestre,
como una mariposa desalada
que en los mástiles duerme.

 

El aire siempre solitario, errante,
transportando la bruma; casi alegre
en la ventana de la poesía,
silbado entre los dientes.

 

El aire de oro ceniciento, ardido,
acerado azuloso, en las paredes,
encierro de la infâmia y de la gloria,
ala triste, se cierne.

 

Aire tuyo de yerto vagabundo,
especial silencioso, voz ecuestre
sobre las sombras y los paramentos
del aire solamente.

 

Este espacio de aire levantado,
bello el aire que la sangre envuelve,
pongo tu soledad ardiente y triste,
tu infierno helado, el escondido diente
que marcó heridas en la piel del mundo
y hacia un norte de lágrimas se extiende,
la plata y el coral de madrugada
que encienden la ola turbia de tu frente,
sola de soledad desamparada
en la cárcel oscura de las sienes.

 

Yo pido a una mujer sus puros labios,
sus lentos ojos, su repiro tenue,
su largo cuerpo de olvidada orilla
bajo uma fronda de pasión perenne,
para vestir de llanto o cabellera
el aire de tu amor qu em ódio crece,
soñar contido al margen de la tierra
y ardle un eco al grito que falece
em los rincones últimos del hombre
condenado y maldito para siempre
a soledad de espíritu y de cuerpo,
¡a soledad de siempre para siempre!

 

  1. CABALLERO DE PALIDEZ

 

Caballero de palidez como la niebla,
mustio como los lirios que la noche ha violado,
hijo del gozo triste que el invierno há mordido,
olh, vertido entre rosas de amarilla lujuria.

 

Um gran río rodaba por tus lábios convulsos,
ciñendo tu presencia de ceniciento arcángel,
entre un ágio tumulto de avenidas sin nombre,
pobladas de sollozos y mujeres de espuma.

 

Porque siempre marchabas con la muerte y el vino,
oh, niño derrotado que en el sueño se esconde,
medalla descarriada de carbón y de nieve,
perfil de solitário com los ojos de Edipo.

 

Huérfano de las nubes, paria de las estrellas,
tu cabeza llenaba de plenitude la noche:
los astros son un poco de sueño suspendido
para los que no saben crear el universo.

 

Un color insepulto de esencias escapadas
manchó con su relâmpago tu solitaria atmosfera
y de tu pecho brotan fantasmas cenitales
con manos que soportan la flora sanguinolenta.

 

La muerte como um vivo sarmiento rencoroso
te dió su largo vino de uva desenfrenada
en los ojos trocados de Sara la judia
y en los labios cambiantes de Jenny sitibunda.

 

Oh, compañero amargo que miras el espacio
com la misma fijeza del tempo insobornable
y escuchas la existencia rodar en el vacío
literal al sonido de unos cuerpos amándose.

 

Oh, Baudelaire huído del ángel y la aurora,
visible en el espasmo que la noche deslíe:
tienes un cementerio donde guardar la frente
en el dintorno espesso de tu palabra oscura.

 

Ahora tienes todo lo que te fue negado:
el paraíso oculto de una pupila breve,
la lágrima que ciñe su cíngulo quemante
donde la luz solloza sobre su occíduo océano.


Caballero pálido como la congojal,
duerme en mi corazón, duerme en la tierra,
el mas es suficiente para encontrarse triste
y su ausencia maldisse la vida para siempre.

 

Solo la nieve puede dormir en primavera
y el mar tener un eco de doble ressonância,
donde la muerte tiembla como un recién nacido
y expressa su diamante de luz indisoluble.


Solo tu voz expande su tañido imperioso,
su movedizo idioma de eterna melodía:
esperar es en vano sobre la podredumbre
sin el amor que tiembla y el ódio que sonríe.

 

Gran herido, en el tempo, tu voz inmarchitable
cruza como um assalto de repentina espada,
y avanzas como una ola de polvo desmedido
que prende en el invierno su encendido rescoldo.

 

Taciturno, glorioso, solamente en el aire,
en el fuego y en todo remordimiento puro;
duerme en paz en el fondo de tu glacial império
que vigila el silencio de ronca muchedumbre.

 

 

  1. APOSTROFE

(Juana Duval)


Amó la flor de tu esqueleto
carne de bronce devorado,
y revolviste en su cabeza
los sueños con los desenganos.

 

Amó la fronda de tu pelo
mies de averno desparramanda,
y le cortaste con su filo
la dulzura de la mirada.

 

Amó la vida miserable,
deshilachada y corroída,
y maracaste sobre su frente
una luz cáradena y maldita.

 

Como a una uva  desolada
amó el espacio de tu cuerpo
y solamente halló en tu entraña
su movedizo cementerio.

 

Tu piel lamida por la noche
hecha de estímulo y desgracia,
opuso al golpe de su sangre
su delirante y densa playa.

 

Tu digital rosa perdida
en el clamor de su cabeza,
iniciaba su espesa muerte
de desplomada cabellera.

 

Amó hasta el odio enfurecido,
hasta morirse de desprecio,
hasta el sollozo y el castigo,
su humillación por tu deseo.

 

Como la sombra, como el paso
de un material derrumamiento
que mancha espejos y canciones,
hiciste impuro su silencio.

 

Campana oscura bajo el llanto,
tu corazón se despeñaba
en un sonido funerário
de huesos rotos y fantasmas.

 

Encadenada como el trueno
en alta noche desbordado,
nave de ruta enlouquecida
bajo un destino de naufragio;

 

Juana, escultura del demonio,
arquitectura de blasfemia,
fruta del trópico arrojada
hasta las márgenes del Sena,

 

por un viento, por un designio,
por una fatal esperanza,
luna podrida del infierno,
estremecida de batallas:

 

oh, subterrânea, en ti se encierran,
lentas de tempo desgarrado,
las amapolas funerales
de encendido y trémulo ramo.

 

Y como un rostro cadavérico
está por siempre em su penumbra
tu piel de luto que se extiende
como un sollozo en una tumba.

 

 

4. SALMO
 

(Jenny Sabatier)


Oh, amargura, oh, centella,
oh, palabra de nieve desprendida,
oh, destinada huella,
périplo de la estrela,
a su propia derrota sometida.

 

Oh, espacio en que la oscura
verdad de Dios tembló por un momento;
oh, trágica dulzura
de la herida ternura
que eternizó tu nombnre en su lamento.

 

Un río solamente
podrá decir en clara transparencia,
con ardida corriente,
el tácito relente
del ánima que ciñe tu presencia.

 

El rostro desvaído
de la infancia en el sueño encarcelada,
el espacioso ruído
que llega hasta el sentido,
en la alcoba de espectros alumbrada.

 

El predio desvelado
donde crecen las vides solitárias
del amor desolado,
em coro estrangulado
por levantadas manos funerarias,

 

la flor intravenosa
de la sangre que eleva su estatura,
acuchilada rosa,
témulamente esposa
del corazón transido en su espessura,

 

el éxtasis ardiente
de la primera estrela descubierta
que marca con su diente
la castigada frente,
por el caminho de la noche aberta;

darán,  ¡oh! sollozada,
la miel de soledad que en tí vierte;
su flor evaporada
—presencia de la espada—
en claro recinto de la muerte.

 

Un mineral de sueño
acendra em ti sus pálidos metales
y em acordado empeño
de amor, traza en diseño
su laberinto de oros abisales.

 

Habitas la penumbra
como um yerto fantasma de rocío
que su recuerdo alumbra,
y su passo acostumbra
a un jardín olvidado en el estío.

 

Donde tu rostro assoma
como un astro de nieblas escoltado,
y tu desnudo aroma
se expande en la redoma
corporal del amor sacrificado.
 

 

 

5.RECUERDO

(Edgar Allan Poe)

 

Allá estará contido bajo la misma noite,
hijos del mismo cielo, bajo la misma muerte,
partiendo el horizonte de sollozos del mundo
con la soledad única del canto ultraterrestre.

 

Allá estareis sentados sobre la misma piedra,
con el mismo recuerdo retorcido en las manos,
bajo el dolor oscuro de imprecisa memoria
en ojos de mujeres y pechos derrotados.

 

Estais siempre en el luto de los atardeceres,
vestidos por el peso de un solitário clima
y el mar se hace presente con la insistência torpe
de un mendigo que al golpe de las puertas oscila.

 

Estais materialmente deshechos por gloria,
especialmente huídos, mortalmente alumbrados
por una estrela fija que cose ciegamente
los párpados al cielo con doloroso estaño.

 

Mordeis ahora un fruto desconocido y vago,
secreto como el eco que tiembla en la palabra,
donde la nieve enciende su flor monstruosa y pura,
numerosa de frío, perdida de distancia.

 

Porque lo negro es toda la negación del iris
en la expresión exacta del giro matemático
y la existência mueve la múltiple falange
del espectro que esfuma su origen em el blanco.

 

Em um elaborado silencio que sostiene
el material intrínseco del sueño realizado,
cruzais por mechedumbres de persistencia como
dos cisnes corporales perdidamente pálidos.

 

Porque el fulgor del hombre se escapa solamente
hacia el espacio interno de la primera lágrima,
que sostiene los muros de su deslumbramento
en el suceso mismo de que fue deslumbrada.

 

Yo no digo palavras de lenta biografia,
no reconstruyo escombros ni defino silencios;
expresso solamente la oculta dinastia
que funde vuestras vidas de plural hemisferio.

Qué importan los espejos desnudos de la ausencia
que pulen vuestra imagen con incorpóreo labio
si el tempo se ha parado sobre vuestra mirada
como una nube en medio del trueno y el relámpago.

 

Si un rostro es suficiente para llenar el mundo
con sus eternas líneas por el amor trazadas,
que surge en el espacio con astral insistencia,
en lo súbito, unísono como la luz o el agua.

 

Enemigos de toda virginal existencia,
callais ante un desfile de doncellas intactas,
que cursa vuestros sueños en lento meridiano
como un perdido cuerpo que busca su fantasma.

 

Sobrepais la valla de olvido que se cierne
como un pesado velo de edad em vuestros ojos,
en donde las heridas pestanas de la muerte
se encienden ante un limite de presagios remotos,

 

que marcan vuestra pátria, del tempo desasida,
herederos de un largo dominio sin trascurso,
mirando entre vosotros correr la poesía
como un delirio al borde del vértigo absoluto.


 

6. FINAL

 

(Ola nocturna)


          A veces en la noche, un soplo apenas,
          las puertas duramente combatidas
          huyen como monedas emigrantes
          y su lengua pregunta
          y sus estrechos filos se distancian.

¿Es el verano de cabellos duros,
con su tierna mirada de llovizna
y su cuerpo de niebla iluminada,
cuyos pies dominantes apaciguan el mar?

 

Son las puertas que invaden los recistos,
y sus falanges y sus dinastias
oraiundas de los bosques,
hija de la sorpresa, pliegan sus manos juntas
y sus secas rodillas se quibran como espadas.

Las puertas desbocadas, las puertas que sollozan,
las puertas mutiladas de los bares,
las puetas funerarias dond los huesos claman,
se agitan y retuercen su ardiente gelatina;
las abras despedidas,
los marcos empotrados en los muros,
esse nidal de puertas que crece en las ciudades,
esa marea de madera y hierro
que se entrelaza y choca,
que defende y oculta y descubre y oscuramente parpadea,
como te cierra lejos, cerca de ti, ausente la vida,
soberbio, desmesuradamente encarcelado,
escondendo tu rostro inutilmente
em desflorados limites de rejas y ventanas.

 

Es tu vistación, tu rauca huella,
un eco persistente y decidido,
como un enjuto océano de amarillas espaldas;
remos duros bracean
y sus formas glaciales se aproximam
y sus labios de acero se incorporan
con abrazo entrañable de doncellas violadas.

 

Irrumpes sordamente
en su río penetrable y desbordado,
como um pez fugitivo de arenas celestiales,
para hundirte en su légamo ondulante,
en su cerrada soledad insomne,
entre los silbos de la madrugada.

 

Oh, sostén de las casas, razón de las habitaciones,
vanguardia de los sítios

en los que te enlodabas cruelmente, ciegamente
y a veces dichoso o simplemente lleno de ternura.

 

El mundo en ti, con encapuzados ojos
y con manos tenaces,
escoge el sitio de la primavera
donde muere la flora, donde se oferece
el agudo clamor de esta manzana yerta
que un viento espesso de cuchillo muerde.

 

Allí, puerta al infiernoo al descanso,
espectro torrencial, ola nocturna,
está tu pedestal de siempre y nunca,
el plasma de tu sueño,
la maldecida rosa
y el mármol que soñó con tu cabeza.

 

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução: Antonio Miranda
 

 

ODE A CHARLES BAUDELAIRE

 

  1. ESPAÇO

(O ar apenas)

 

Dormia o rosto azul, a neve escura,
a furiosa neblina da noite,
o rio de ancas moribundas,
o ar de voz fria.

 

Dormia, sim, dormia o vento rude,
rosto boreal, na lâmina da febre,
a rua vazia e o farol sedento
e o ar de repente.


E as ponte lançadas sobre a água
e uma mulher na proa da morte,
seus cabelos a ponte de extinguir-se
e o ar quase verde.

 

Um cão sem latido conhecido,
um jeito de olhar sem ver-se,
uma luz de taverna apunhalada
e o ar sempre.

 

Um caminhante, diante de um domicílio,
manchado por dois gritos divergentes:
entre os partos e as punhaladas
o ar vive e morre.

 

O ar nauseabundo dos portos,
entre aroma de viagem e mel terrestre,
como uma mariposa desenfreada
que nos mastros dorme.

 

O ar sempre solitário, errante,
transportando a bruma; quase alegre
na janela da poesia,
assobiado entre os dentes.

 

O ar de ouro acinzentado, ardido,
aguçado, azulado, pelas paredes,
retiro da infâmia e da glória,
ala triste, a pairar.

 

Ar teu de rigidez vagabunda,
especial silencioso, voz equestre
sobre as sombras e os paramentos
do ar somente.

 

Neste espaço de ar alevantado,
belo do ar que o sangue envolve,
ponho tua solidão ardente e triste,
teu inferno gelado, o escondido dente
que deixou feridas na pele do mundo
para um norte de lágrimas se estende,
prata e coral da madrugada
que acendem a onda turva de tua frente,
sozinha a solidão desamparada
no cárcere escuro das têmporas.

 

Eu peço a uma mulher seus lábios puros,
seus olhos lentos, seu respirar tênue,
seu corpo longo de esquecida margem
sob um ramo de paixão perene,
para vestir de pranto ou cabeleira
o ar de teu amor que em ódio cresce,
sonhar contigo à margem da terra
e dar-lhe um eco ao grito que falece
nos rincões derradeiros do homem
condenado e maldito para sempre
à solidão do espírito e do corpo,
à solidão de sempre para sempre!


  1. CABALEIRO DE PALIDEZ

Cavaleiro de palidez como a névoa,       
murcho como os lírios que a noite violou,
filho do gozo triste que o inverno mordeu,
ó, vertido entre rosas de amarelada luxúria.

Um grande rio andava por teus lábios convulsos,
cingindo tua presença de cinzento arcanjo,
entre um ácido tumulto de avenidas sem nome,
povoadas de soluços e mulheres de espuma.

Porque sempre seguias com a morte e o vinho,
ó, menino derrotado que no sonho se esconde,
medalha desencaminhada de carvão e de neve,
perfil solitário com os olhos de Édipo.

Órfão das nuvens, pária das estrelas,
tua cabeça lotava de plenitude a noite:
os astros são um pouco de sonho suspenso
para os que não sabem criar o universo.

Um odor insepulto de essências escapadas
manchou com seu relâmpago tua solitária atmosfera
e de teu peito brotam fantasmas zenitais
com mãos que suportam a flor sanguinolenta.

A morte como um vivo sarmento rancoroso
te ofereceu o longo vinho de uva desenfreada
nos olhos trocados de Sara a judia
e nos lábios cambiantes de Jenny sequiosa.

Ó, companheiro amargo que miras o espaço
com a mesma firmeza do tempo insubornável
e escutas a existência rolar pelo vazio
literal ao som de uns corpos amando-se.

Ó, Baudelaire fugido do anjo e da aurora,
visível no espasmo que a noite desata:
tens um cemitério onde guardar a face
no contorno espesso de tua palavra escura.

Agora tens tudo que te foi negado:
o paraíso oculto de uma pupila breve,
a lágrima que atém seu cíngulo queimante
donde a luz soluça sobre seu ocidental oceano.

Cavalheiro pálido como a angústia,
dorme no meu coração, dorme na terral;
o mar é suficiente para encontrar-se triste
e sua ausência maldiz a vida para sempre.

Apenas a neve pode dormir na primavera
e o mar ter um eco de dupla ressonância,
onde a morte treme como um recém nascido
e expressa seu diamante de luz indissolúvel.

Apenas tua voz expande seu soar impiedoso,
seu movediço idioma de eterna melodia:
esperar é em vão sobre a podridão
sem o amor que treme e o ódio que sorri.

Grande ferido, no corpo, tua voz imperecível
cruza como um assalto de repentina espada,
e avanças ; como onda de pó sem medida
que prende no inverno seu aceso rescaldo.


Taciturno, glorioso, somente no ar,
no fogo e em todo arrependimento puro;
dorme em paz no fundo de teu glacial império
que vigia o silêncio de rouca multidão.

 

  1. APOSTROFE

(Juana Duval)


Amou a flor de teu esqueleto
carne de bronze devorado,
e revolveste em sua cabeça
os sonhos com os desenganos.

Amou a ramagem de teu pelo,
seara de inferno desparramada,
e a cortaste com seu gume
a doçura da mirada.

Amou tua via miserável,
desfiada e corroída,
e marcaste em tua testa
uma luz cárdea e maldita.

Qual um uva desolada
amou o espaço de teu corpo
e somente achou em tua entranha
seu movediço cemitério.

Tua pele lambida pela noite,
feita de estímulo e desgraça.
opôs ao golpe de seu sangue
sua delirante e densa praia.

Tua digital rosa perdida
no clamor de sua cabeça,
iniciava sua morte espessa
de desalmada cabeleira.

Amou até o ódio enfurecido,
até morrer de desprezo,
até o soluço e o castigo,
sua humilhação por teu desejo.

Como a sombra, como o passo
de um material derrubamento
que mancha espelhos e canções,
tornaste impuro seu silêncio.

Sino escuro pelo pranto,
teu coração se lançava
em seu som funerário
de ossos rotos e fantasmas.

Acorrentada com um trovão
em alta noite desbordado,
nave de rota enlouquecida
em um destino de naufrágio;

Juana, escultura do demônio,
arquitetura de blasfêmia,
fruta do trópico arrojada
até às margens do Sena,

por um vento, por um desígnio,
por uma fatal esperança,
lua podre do inferno,
estremecida de batalhas:

ó, subterrânea, em ti se encerram,
lentas de tempo desgarrado,
as amapolas funerárias
de aceso e trêmulo ramo.

E como um rosto cadavérico
está para sempre em sua penumbra
tua pele de luto que se estende
como um soluço numa tumba.
 

 

 

4. SALMO

(Jenny Sabatier)

         
          Ó, amargura, ó, centelha,
          ó, palavra de neve desprendida,
          ó, destinado rastro,
          périplo da estrela,
          à sua própria derrota submetida.
         
          Ó, espaço em que a escura
          verdade de Deus tremeu por um momento;
          ó, trágica doçura
          da ferida ternura
          que eternizou teu nome em seu lamento.

          Um rio somente
          poderá dizer em clara transparência,
          com ardida corrente,
          o tácito relente
          da ânima que cinge tua presença.

          O rosto desvalido
          da infância no sonho enclausurada,
          o especioso ruído
          que chega até o sentido,
          na alcova de espectros alumiada.

          O edifício desvelado
          onde crescem as videiras solitáraias
          amor desolado,
          em coro estrangulado
          por levantadas mãos funerárias,

          a flor intravenosa
          do sangue que eleva sua estatura,
          apunhalada rosa,
          tremulamente esposa
          do coração miserável em sua espessura,

          o êxtase ardente
          da primeira estrela descoberta
          que marca com seu dente
          a castigada fronte,
           pelo caminho da noite aberta;

          darão, ó, soluçada,
          o mel da solidão que verte em ti;
          sua flor evaporada
          —presença da espada—
          no claro recinto da morte.

          Um mineral de sonho
          depura em ti seus pálidos metais
          e em decidido empenho
          de amor, esboça em desenho
          seu labirinto de ouros abissais.

          Habitas a penumbra
          como um rígido fantasma de orvalho
          que sua lembrança ilumina,
          e seu passo se habitua
          a um jardim esquecido no estio.

          Onde teu rosto assoma
          como um astro de névoas escoltado,
          e teu desnudo aroma
          se expande na redoma
          corporal do amor sacrifica.

          E teu pulso escondido,
          com sua tíbia frieza de sangue e neve,
          coloca seu sentido
          de coração perdido
          buscando um peito que à dor se atreve.


 

5.LEMBRANÇA

(Edgar Allan Poe)

 

Lá estará contigo na mesma noite,
filhos do mesmo c[eu, sob a mesma morte,
partindo o horizonte de soluços do mundo
com a solidão única do canto ultraterrestre.

 

Lá estareis sentados sobre a mesma pedra,
com a mesma lembrança retorcida nas mãos,
sob a dor escura de imprecisa memória
nos olhos de mulheres e peitos derrotados.

 

Estais sempre no luto dos entardeceres,
vestidos pelo peso de um solitário clima
e o mar se faz presente com insistência torpe
de um mendigo que ao golpe da portas oscila.

 

Estais materialmente desfeitos pela glória,
especialmente foragidos, mortalmente iluminados
por uma estrela fixa que cose cegamente
as pálpebras ao céu com doloroso estanho.

          Mordeis agora um fruto desconhecido e vago,
          secreto como o eco que treme na palavra,
          onde a neve acende sua flora monstruosa e pura,
          numerosa de frio, perdida na distância.

          Porque o negro é toda a negação da íris,
          na expressão exata do giro matemático
          e a existência move a múltipla falange
          do espectro que esfuma sua origem no branco.

          Num elaborado silêncio que sustenta
          o material intrínseco do sonho realizado,
          cruzais por multidões de persistência como
          dois cisnes corporais perdidamente pálidos.

          Porque o fulgor do homem escapa somente
          para o espaço interno da primeira lágrima,
          que sustenta os muros de seu deslumbramento
          no sucesso mesmo de que foi deslumbrada.

          Eu não digo palavras de lenta biografia,
          não reconstruo escombros nem defino silêncios;
          expresso apenas a oculta dinastia
          que funde vossas vidas de plural hemisfério.

          Que importam os espelhos despidos da ausência
          que pulem vossa imagem com incorpóreo lábio,
          se o tempo estancou sobre vossa mirada
          como uma nuvem no meio do trovão e o relâmpago.

          Se um rosto é suficiente para preencher o mundo
          com suas eternas linhas pelo amor traçadas,
          que surge no espaço com astral insistência,
          no súbito, uníssono como a luz ou a água.

          Inimigos de toda virginal existência,
          calais ante um desfile de donzelas intactas,
          que cursa vossos sonhos em lento meridiano
          como um perdido corpo que busca seu fantasma.

          Superar a cerca de olvido que se filtra
          como um pesado véu de idade em vossos olhos,
          onde as feridas pestanas da morte
          acendem ante um limite de presságios remotos,

          que marcam vossa pátria, do tempo desprendida,
          herdeiros de um longo domínio sem transcurso,
          mirando entre vós outros correr a poesia
          como um delírio à beira da vertigem absoluta.

 

 

6.FINAL

  (Onda noturna)

          Às vezes pela noite, um sopro apenas,
          as portas duramente combatidas
          fogem como moedas emigrantes
          e sua língua pergunta
          e seus estreitos fios se distanciam.

          É o verão de cabelos tesos,
          com sua terna mirada de chuvisco
          e seu corpo de névoa iluminada,
          cujos pés dominantes apaziguam o mar?

          São as portas que invadem os recintos,
          e suas falanges e suas dinastias
          oriundas dos bosques,
          filhas da surpresa, dobram suas mãos juntas
          e seus secos joelhos se rompem como espadas.

          As portas escancaradas, as portas que soluçam,
          as portas mutiladas dos bares,
          as portas funerárias onde os ossos clamam,
          se agitam e contorcem sua ardente gelatina;
          as amplas despedidas,
          os marcos embutidos nos muros,
          esse ninho de portas que cresce nas cidades,
          essa maré de madeira e ferro
          que se entrelaça e bate,
          que defende e oculta e descobre e obscuramente pestaneja,
          como te prende longe, perto de ti, ausente a vida,
          soberbo, desmedidamente encarcerado,
          escondendo teu rosto inutilmente
          em deflorados limites de grades e janelas.
         
          É a tua visitação, tua rouca pegada,
          com eco persistente e decidido,
          como um enxuto oceano de amarelas espaldas;
          duros remos bracejam
          e suas formas glaciais se aproximam
          e seus lábios de aço se incorporam
          com abraço entranhável de donzelas violadas.

          Irrompes surdamente
          em seu rio penetrável e desbordado,
          como um peixe fugitivo de areias celestiais,
          para afundar-te em seu lodo ondulante,
          em sua encerrada soledade insone,
          entre os assovios da madrugada.

          Ó, sustento das casas, razão das habitações,
          vanguarda dos lugares
          em que te enlodavas cruelmente, cegamente
          e às vezes ditoso ou simplesmente pleno de ternura.

          O mundo em ti, com represados olhos
          e com mãos tenazes,
          escolho o lugar da primavera
          onde morre a flor, onde se oferece
          o agudo clamor desta maçã tesa
          que um vento espesso de punhal morde.

          Ali, porta ao inferno o ao descanso,
          espectro torrencial, onda noturna,
          está teu pedestal de sempre e nunca,
          o plasma de teu sonho,
          a maldita rosa
          e o mármore que sonhou com tua cabeça.
         

 

 

 

Página publicada em julho de2016.


 

 

 

 
 
 
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