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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


http://www.literatura.org/Girri/Girri.html

 

ALBERTO GIRRI

(1919-1991)

 

Nació y murió Buenos Aires ciudad a la que agradeció el anonimato y la posibilidad de aislarse. Su primer libro "Playa Sola" es publicado en 1946. Colaborador de el suplemento literario de La Nación y de Sur es considerado entre la "generación de los cuarenta", aunque el estilo de su obra es tan personal que se resiste al encasillamiento. Los versos de Girri son mas ascéticos que las ideas que representan, quizá en concordancia con su pensamiento de que "lo espiritual de la vida esta en el despojamiento y no en la posesividad". Su producción principal se compone de más de treinta volúmenes de poesía y varios libros de prosa. Girri fue también un entusiasta traductor y divulgador de la obra de Elliot, Spender y Wallace Stevens, con los que compartía la visión estética de que la poesía es un vehículo del pensamiento filosófico.

Libros de poesias: Playa sola (1946), Coronación de la espera (1947), Trece poemas (1949), El tiempo que destruye (1950), Escándalo y soledades, Línea de la vida, Examen de nuestra causa, La penitencia y el mérito (1957), Propiedades de la magia, Elegías italianas., Quien habla no esta muerto (1975), El motivo es el poema (1976), Lo propio lo de todos (1980), Lírica de percepciones (1983), Trama de conflictos (1988), Juegos alégoricos (1993).

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL  /  TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

EL DESESPERADO

 

Déjenlo gritar

con su penetrante olor

de pródigo rondando como un buitre

por los pecados de omisión.

 

Dejémoslo,

que la conformidad oculta

es artículo de su vigilia

fija en el amor.

 

Que la paz, peste de paz,

estímulo de comercios

para que agonicemos en la cama

y de su duración nadie se arrepienta,

es su intolerable fusta.

 

Que nuestro vagido,

vicioso presente anquilosando

el resplandor de lo que somos,

le impide reconocernos

a imagen y semejanza.

 

Que el fondo de su deuda

es nupcias con la mugre

donde el vino fino, la gota de agua,

la rosa henchida de aceite,

una herencia bajan a llorar.

 

Que la caridad que obedecemos,

perjura respuesta

a su única, devoradora soledad,

desconfía de las obras.

 

Déjenlo gritar, dejémoslo nosotros,

devotos pobremente sensibles

de la Segunda Persona

que por él se abrasa.

 

 

LLAMAMIENTO

 

El cazador

que dentro de mí

atisba

y tiende emboscadas,

y excava fosos

atrapando

lo que cae en ellos,

y cuenta sus presas

cuando el viejo sol

termina su paseo,

y se deja husmear

después de la caza

por hienas y chacales,

perros salvajes,

demonios

que piden carroña

e imitan

con aullidos y graznidos

la voz de los muertos,

no es

tan sólo mis impulsos

de destrucción y pánico,

de él

me viene la memoria ancestral

de la desobediencia

al espíritu vivificante,

el gusto desdichado

de la persecución.

 

Yo no soy

ni bueno ni malo por esencia

sino por participación,

cómo no reconoces, mi huésped,

que no quiero asimilar tus rasgos

más aliá de la vigília.

Yo te guardo;

yo te cuido,

deja en paz mis noches.

 

PREGUNTARSE, CADA TANTO

      Qué hacer
del viejo yo lírico, errático estímulo,
al ir avecinándonos a la fase
de los silencios, la de no desear
ya doblegarnos animosamente
ante cada impresión que hierve,
y en fuerza de su hervir reclama
exaltación, su canto.

       Cómo, para entonces,
persuadirlo a que reconozca
nuestra apatía, convertidas
en reminiscencias de oficios inútiles
sus constantes más íntimas, sustitutivas
de la acción, sentimiento, la fe;
       su desafío
a que conjoremos nuestras nadas
con signos sonoros que por los oídos andan
sin dueños, como rodando, disponibles
y expectantes,
       ignorantes
de sus pautas de significados,
de dónde obtenerlas:
       y su persistencia, insaciable,
para adherírsenos, un yo
instalado en otro yo, vigilando
por encima de nuestro hombro
qué garabateamos;

       y su prédica
de que mediante él hagamos
florecer tanto melodía cuanto gozosa
emulación de la única escritura
nunca rehecha por nadie,
       la de Aquel
que escribió en la arena, ganada
por el viento, embrujante poesía
de lo eternamente indescifrable.

      Preguntárnoslo, toda vez
que nos encerremos en la expresión
idiota del que no atina a consolarse
de la infructuosidad de la poesía
como vehiculo de seducción, corrupción,
       y cada vez
que se nos recuerde que el verdadero
hacedor de poemas execra la poesía,
que el auténtico realizador
de cualquier cosa detesta esa cosa.
 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

O DESESPERADO

 

         Tradução de Antonio Miranda

 

 

Deixem-no gritar

com seu penetrante odor

de pródigo rondando como um abutre

pelos pecados da omissão.

 

Deixemos,

que a conformidade oculta

é artigo de sua vigília

fixa no amor.

 

Que a paz, peste de paz,

estímulo de negócios

para que agonizemos na cama

e de sua permanência ninguém se arrependa,

é seu intolerável fuste.

 

Que o nosso gemido,

vicioso presente anquilosando

o resplendor do que somos,

impede reconhecer-nos

à imagem e semelhança.

 

Que o fundo de sua dívida

é núpcias com a imundície,

onde o vinho fino, a gota de água,

a rosa inchada de azeite,

uma herança, descem a chorar.

 

Que a caridade que obedecemos,

perjura resposta

á sua única, devoradora solidão,

desconfia das obras.

 

Deixem-no gritar, deixemos,

devotos pobremente sensíveis

da Segunda Pessoa

que por ele abrasa.

 

 

CONVOCAÇÃO

 

Tradução de Antonio Miranda

 

O caçador

que dentro de mim

espreita

e lança emboscadas,

e cava fossos

apanhando

o que deles cai,

e conta suas presas

quando o velho sol

termina seu passeio,

e se deixa farejar

depois da caça

por hienas e chacais,

demônios

que pedem carniça

e imitam

com gemidos e grunhidos

a voz dos mortos,

não é

apenas meus impulsos

de destruição e pânico,

dele

vem a memória ancestral

da desobediência

ao espírito vivificante,

o gosto desgraçado

da perseguição.

 

Eu não sou

nem bom nem mau por essência

senão por participação,

como não reconheces, minha hóspede,

que não quero assimilar teus traços

além da vigília.

Eu te protejo;

eu te cuido,

deixa em paz as minhas noites.

 

 

 

INDAGAR-SE, CADA TANTO

Tradução de Antonio Miranda

 

 

                Que fazer

do velho eu lírico, errático estímulo,

ao nos avizinharmos da fase

dos silêncios, à de não desejar

já dobrarmos animosamente

ante cada impressão que ferve,

e na força do ferver reclama

exaltação, seu canto.

 

                Como, no entanto,

persuadi-lo para que reconheça

nossa apatia, convertidas

em reminiscências de deveres inúteis

suas constantes mais íntimas, substitutivas

da ação, sentimento, a fé;

                seu desafio

a que conspiremos nossos nadas

com signos sonoros que pelos ouvidos andam

sem donos, como rodando, disponíveis

e expectantes,

                ignorantes

de suas pautas de significados,

de onde obtê-las:

                e sua persistência, insaciável,

para aderir-nos, um eu

instalado em outro eu, vigiando

por cima de nosso ombro

que garatujamos;

 

                e sua prédica

de que mediante ele façamos

florescer tanto melodia quanto gozosa

emulação da única escritura

nunca refeita por alguém,

                 a Daquele

que escreveu na areia, tomada

pelo vento, enfeitiçante poesia

do eternamente indecifrável.

 

                Indagar-nos, toda vez

que nos encerremos na expressão

idiota do que não atina a consolar-se

com a infrutuosidade da poesia

como veículo de sedução, corrupção,

                e cada vez

que nos lembrem que o verdadeiro

fazedor de poemas execra a poesia,

que o autêntico realizador

de qualquer coisa detesta essa coisa.

 




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